Al gobierno de Vicente Fox le quedan 42 semanas en el poder. Es falso que este sexenio haya terminado. Tal vez, ya se agotaron las oportunidades de aprobar las reformas clave que necesita el país, pero aún se mantiene abierta la posibilidad de empeorar las cosas. Con pesimismo ilustrado, Mario Vargas Llosa advirtió que en América Latina nunca se puede descartar la opción de que el futuro venga más nublado que el presente.
Un sabio proverbio inglés recomienda que si quieres salir de un agujero, el primer paso es dejar de cavar más hondo. La política exterior mexicana se encuentra en el hoyo y cavando. Desde hace meses, el jefe de la diplomacia mexicana enmienda cada declaración desafortunada con un nuevo desliz. El inventario de desatinos parece no tener fin.
La diplomacia es un oficio que demanda arrojo y prudencia. Un buen diplomático tiene que saber distinguir el momento para dar una batalla y la ocasión de actuar con cautela. Nuestro canciller monta en cólera cuando debería proceder con sensatez y peca de tibieza cuando los mexicanos esperamos una respuesta enérgica de nuestro gobierno.
Es predecible que Estados Unidos reaccione con preocupación ante la ola de violencia en la frontera. La avalancha de plomo y sangre en los estados limítrofes abre una desafortunada oportunidad de cooperación entre ambos países. Si la seguridad fronteriza es un problema binacional, la solución requiere de la participación y el compromiso compartido. El gasto de Estados Unidos en seguridad fronteriza para el 2006 equivale al presupuesto total de la Secretaría de Seguridad Pública mexicana por los próximos nueve años. La frontera de Estados Unidos sería mucho más segura, si una fracción de ese dinero se pudiera invertir en las policías mexicanas.
¿Si vivieras en Nuevo Laredo, aceptarías la presencia de una fuerza policíaca binacional con tal de vivir más seguro? Yo como habitante del DF tengo dudas de mi respuesta, pero intuyo que los periodistas de El Mañana, que acaban de ser atacados por un comando del narco, dirían que sí. Como muchas otras iniciativas, los proyectos de seguridad fronteriza dependen de la capacidad de diálogo entre ambos gobiernos. El canciller Derbez ha quemado los puentes con Washington. En las condiciones actuales parece muy difícil que se restablezca la cooperación con la Casa Blanca.
Los gringos tampoco han ayudado en nada a suavizar las cosas. La aplicación extraterritorial del embargo a Cuba, en suelo mexicano, es una afrenta a las normas de convivencia internacional. El affaire-Sheraton ameritaba una declaración enérgica del gobierno mexicano. Ante el agravio por la expulsión de los cubanos del hotel, el secretario Derbez respondió con firme tibieza: “es un asunto entre particulares”.
Un diplomático buscapleitos es tan malo como uno timorato sin espina vertebral, pero el peor diplomático de todos es aquel que no tiene ni brújula ni rumbo claro. La diplomacia mexicana navega a la deriva. Si se juzga por los resultados recientes, pareciera que la estrategia de la Cancillería es aislar al país de nuestros socios y vecinos. En un breve lapso hemos padecido escaramuzas verbales con Estados Unidos, Bolivia, Venezuela, Cuba, por no mencionar el desliz de esta semana con la Unión Europea. Somos el único país del mundo que al mismo tiempo tiene fricciones con George Bush y Hugo Chávez.
El mayor desafío de Vicente Fox es lograr un traspaso del poder aburrido y sin sobresaltos. Los yerros en política internacional hacen más complicado el manejo de la política interior. Tarde o temprano, México habrá de reconstruir sus puentes con el mundo, puede ser mañana o hasta el 1o. de diciembre.
¿Qué ventajas puede obtener México de la relación con Estados Unidos en el mundo post-9-11? ¿Cuál es el papel de México en la geopolítica de América Latina? ¿Cómo enfrentaremos el reto que nos presenta el surgimiento de nuevas potencias económicas como India y China? Hoy esas preguntas no tienen respuesta y tampoco la tendrán mientras el actual canciller conserve su puesto.
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