Durante las últimas semanas, el Instituto Nacional Electoral (INE) ha realizado un proceso de verificación de los padrones de afiliados a los partidos políticos con registro nacional. De acuerdo con datos preliminares del INE a junio de 2014, el PAN sólo contaría con 222,928 afiliados; cabe indicar que, por el contrario, el Registro Nacional de Miembros panista afirmaba tener, al 26 de junio, 360,491 militantes. Si bien la suma verificada del INE lo coloca apenas a unos 3,300 miembros por encima del requerimiento formal que establece la recién aprobada Ley General de Partidos Políticos (artículos 10 y 94) a fin de poder mantener su registro, la principal amenaza para los panistas no es este factor. El tamaño de la membresía de un partido es uno entre muchos elementos para medir su fuerza. Con esto en mente, ¿cuáles son los verdaderos retos para el PAN en el futuro inmediato?
Un termómetro más certero a propósito de calibrar la energía de un partido político es su desempeño electoral. En este sentido, los recientes comicios locales en Coahuila y Nayarit, estados tradicionalmente no panistas, son ilustrativos. En la primera entidad referida, si bien Acción Nacional no tiene una militancia nutrida –según el PAN apenas ascendería a 5,676 personas, debajo de la media tabla entre todas las entidades federativas—, el partido había ido ganando posiciones políticas poco a poco en elecciones recientes. Este impulso se debió, en buena medida, al enojo de los coahuilenses por los abusos cometidos por su anterior mandatario local, Humberto Moreira. En 2014, sin embargo, el panismo enfrentó el desastre de ser barrido por completo en las urnas cuando se renovó el congreso del estado. Una de las hipótesis que explica la debacle es el clásico argumento de que una elección poco concurrida suele favorecer al PRI, dadas sus capacidades formales e informales de movilización de votantes. Aunque esto fuera cierto, tampoco debe soslayarse el factor de que el PAN ha ido perdiendo el empuje proferido por el denominado “Moreirazo”. Cuando el “Judas” terminó de quemarse, los panistas prácticamente se quedaron sin plataforma. Algo similar se bosqueja a nivel nacional. Sin un proyecto claro como oposición, sin explicaciones convincentes del por qué su alianza con el gobierno federal vía el Pacto por México, y sin capitalizar sus escasas banderas –como su rechazo a la miscelánea fiscal de 2013, en general, y a la homologación del IVA en las fronteras, en particular para algunos distritos en Coahuila—, el panismo se instala en la búsqueda de nuevos “Judas” para hacer arder; y, en ocasiones, ni siquiera eso les ha redituado en votos.
En el caso de Nayarit, aun cuando el PAN no sólo no cuenta con una membresía sólida –es la tercera más débil del país—, sino que el comité directivo estatal nayarita se ha caracterizado los últimos años por el desorden, las pugnas internas y el descobijo de las autoridades nacionales del partido, el blanquiazul fue capaz de arrebatarle al PRI la alcaldía de la capital, Tepic. También es cierto que esto lo logró consolidando una alianza informal con el PRD, ya que ese partido no presentó candidato en dicho municipio y convirtió las elecciones tepicenses en una especie de referéndum contra el edil saliente y hasta contra el gobernador. A pesar de ese triunfo, el PAN fue derrotado en casi todo lo demás. Por otra parte, el PRD no pudo traducir su alianza de facto con el panismo en victorias a nivel municipal. Igual se quedó cerca en un par de demarcaciones pero, en dichas oportunidades, la táctica del referéndum anti-PRI no rindió frutos.
En suma, tal vez el PAN esté en lo correcto al no preocuparse demasiado por los números de su militancia. No obstante, Acción Nacional estaría arriesgando mucho si continúa privilegiando dos estrategias dignas de una oposición ramplona: una, apostar por los yerros del gobierno y erigir “Judas” para la quema; otra, confiar en que un referéndum sobre, por ejemplo, el presidente Peña en las elecciones federales de 2015, va a ser la solución para debilitar al PRI (que no fortalecer al PAN). Si el panismo no inicia un verdadero proceso de reconstrucción desde sus bases, doctrina, proyecto político y económico, simplemente quedará a merced de las migajas que el PRI deje –o quiera dejar—en su tenencia del poder.
El dilema del PAN es evidente: su desempeño a nivel federal fue patético y esa es la principal explicación de la elección de 2012. En el gobierno federal, el PAN no pudo distinguirse del PRI en términos de corrupción pero, en cambio, fue percibido como incompetente en términos de capacidad de gobernar. Nada de eso ha cambiado. Sin embargo, su fortaleza histórica ha residido en el nivel local, en un puñado de estados en los que tiene una base fuerte. En función de esto, sus retos son muy claros: primero, consolidar su base histórica, para lo cual tendrá diversas oportunidades el año próximo. Por otro lado, si quiere volver a aspirar al gobierno federal, tendrá que poder convencer al electorado de que puede gobernar y de que tiene una propuesta distinta a la del PRI y del PRD y, todavía más complicado, por qué esa propuesta es viable luego de la experiencia de los doce años a partir de 2000 y de los resultados del Pacto. El reto es fenomenal.
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