El PRD: no a la apertura petrolera, ¿sí a la negociación?

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En un acto con la presencia de toda su cúpula partidista, y casi a los pies del mausoleo que aloja los restos del presidente Lázaro Cárdenas, el PRD presentó su propuesta de reforma energética en voz de uno de sus líderes tradicionales, Cuauhtémoc Cárdenas. Las palabras del ingeniero en esa ocasión tuvieron contenidos tales que le permitirán a los perredistas posicionar tanto su discurso de oposición a las reformas constitucionales –el principal tabú que alimenta a la mayoría de sus clientelas políticas—, como formar parte de la discusión técnica dentro del Congreso, incluso tras la eventual aprobación de la propuesta energética del presidente Peña, durante el diseño de las leyes reglamentarias. Dadas las coincidencias entre el PRI y el PAN en cuanto a la apertura del sector energético, la iniciativa presidencial tiene amplias probabilidades de pasar las distintas aduanas legislativas. Por otra parte, la laxitud de las modificaciones a la Constitución –las cuales, en concreto, sólo darían paso a la apertura a la inversión privada, sin especificar los cómos—harán del proceso de reglamentación el verdadero núcleo de la reforma energética. En ese momento será cuando el proyecto del PRD librará su principal batalla aunque, también, es donde podría conseguir sus mayores victorias.
Respecto a la discusión técnica y formal, los puntos principales de la iniciativa perredista giran en torno a darle mayor autonomía fiscal y de gestión a PEMEX, fortalecer los órganos reguladores y crear un fondo soberano –todo esto, sin apertura a privados. Relativo a la autonomía de gestión, es interesante la propuesta de remoción del secretario de Hacienda y del sindicato petrolero del Consejo de Administración de PEMEX. Esto se inspira en un cambio de enfoque de la paraestatal, la cual tendría que dejar de verse como la “caja grande” del erario público, en el caso de la autoridad hacendaria, y de salir al paso ante las ineficiencias en el manejo de los factores laborales de producción desde el órgano sindical. Otros puntos, como la propuesta de ratificación de los consejeros por parte del Senado, podrían ser más cuestionables. La obsesión por someter decisiones ejecutivas a la ratificación legislativa tiene el riesgo, en este rubro en particular, de complicar políticamente una determinación que está más relacionada con criterios de eficiencia económica.
Otro factor notable en la iniciativa del PRD es la creación de un “fondo soberano” –mecanismo de inversión a largo plazo emanado de los remanentes de la renta petrolera y, en teoría, diseñado para atender contingencias futuras en materia, por ejemplo, en cuestiones como el sistema de pensiones y jubilaciones, seguridad social, salud y educación—y el fortalecimiento de los órganos reguladores, ambas propuestas coincidentes con el proyecto presentado por Acción Nacional hace algunas semanas. Respecto al fondo, si bien el secretario de Hacienda ha señalado que no es necesaria su conceptualización por la existencia del Fondo de Estabilización de Ingresos Petroleros, cabe recordar que, en sus reglas de operación, éste instrumento es de corto plazo, planteado sólo para aminorar el efecto en las finanzas públicas por caídas en el precio de los hidrocarburos o movimientos del tipo de cambio.
Al revisar con cuidado la propuesta perredista cabe señalar cómo varios de sus puntos no sólo no estarían reñidos con la apertura, sino que serían clave para complementarla y, de esa manera, contar con una reforma mejor. Es cierto. Tal vez la izquierda moderada representada hoy en el PRD todavía cargue con resabios de sectores más beligerantes e intransigentes, a pesar de la salida del partido de algunos representantes de esas formas de “hacer política”. Ese lastre podría estar nutriendo el temor de los perredistas a perder clientelas si asumen una postura responsable dentro de los debates nacionales. La negociación de las posturas es el camino más viable a que éstas se concreten. En cambio, la necedad es una dolorosa herramienta para el suicidio político.
El panorama no sólo se va aclarando, sino que avanza con determinación. La pregunta es si triunfará la obcecación por dejar intocada la propuesta gubernamental o si se aprovechará la oportunidad de sumar a todas las fuerzas políticas, algo inusual, por no decir inexistente, en las últimas décadas.

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