El Partido de la Revolución Democrática definió a sus candidatos a diputaciones federales plurinominales para los comicios del próximo 7 de junio. Como se esperaba, la corriente dirigente, Nueva Izquierda (coloquialmente conocida como “Los Chuchos”), obtuvo la mayor cantidad de posiciones. Sin embargo, lo interesante fue la decisión estratégica de la cúpula perredista de excluir a ciertos personajes emblemáticos de los sitios prácticamente seguros que ocupará el PRD en San Lázaro durante la LXIII Legislatura. En este sentido, destacan los casos de Marcelo Ebrard y René Bejarano, los dos pilares fundamentales del avasallador triunfo del “sol azteca” (no nada más de Miguel Ángel Mancera) en las elecciones locales del Distrito Federal en 2012 (jefatura de gobierno, delegaciones, asambleístas, legisladores federales). Con esto, aunado al reciente éxodo de perredistas a MORENA o, simplemente, fuera del partido (como Cuauhtémoc Cárdenas o el senador Alejandro Encinas), el PRD se ve cada vez más decantado en sus cuadros. De cara a las elecciones de 2015, ¿qué escenarios le podrían esperar al perredismo en el actual reacomodo de las fuerzas de izquierda, el más significativo desde la conformación del Frente Democrático Nacional de 1988?
Nueva Izquierda apuesta por que sus candidaturas queden concentradas en personajes que le brinden la mayor lealtad al partido de cara a la próxima Legislatura, es decir, intenta garantizar que su próxima bancada en San Lázaro no sufra mermas, rebeliones o protagonismos ajenos a los intereses de la actual dirigencia perredista. En la actualidad, aunque fue concebida como una figura de pluralidad en tiempos del sistema político de partido hegemónico, la representación proporcional es más una rotación laboral de los partidos para ocupar una parte de la jugosa nómina del Congreso. Sin embargo, esta determinación no sólo debilita la diversidad interna del PRD, sino que acendra otros problemas que el partido ha cultivado a lo largo de los últimos dos años. La imagen del PRD sufrió con su adhesión al Pacto por México, con la ausencia de un programa claro como oposición y, sobre todo, con el golpe contra su credibilidad tras la crisis en Guerrero. La cúpula perredista argumenta que algunos nombres, en especial el de Ebrard, podrían poner en riesgo al PRD dadas las investigaciones en curso por el escándalo de la Línea 12 del Metro de la capital. No obstante, la premisa pierde congruencia cuando en las listas de candidatos perredistas siguen apareciendo personajes como el delegado con licencia de Iztapalapa, Jesús Valencia, investigado por presunto conflicto de interés, y Beatriz Mojica, secretaria de Desarrollo Social del gobernador con licencia, Ángel Aguirre, como candidata para Guerrero.
Ahora bien, el gran termómetro de la distribución de fuerzas de la izquierda en México serán los comicios del Distrito Federal, su bastión histórico. El PRD se ha visto afectado por la imagen del jefe de gobierno capitalino, Miguel Ángel Mancera, quien echó a perder el capital político que había logrado con su victoria electoral en 2012, con más de 63 por ciento de los sufragios y casi 45 puntos de ventaja sobre su más cercana rival. MORENA aprovechará las críticas a la gestión de Mancera, el debilitamiento estructural del PRD, y pondrá la mayoría de sus recursos en la obtención de triunfos en las principales (y económicamente más redituables) delegaciones del D.F. Esto será clave a fin de forjar el camino hacia un 2018 exitoso. Iztapalapa con la ex delegada Clara Brugada (protagonista de la telenovela de 2009 con el caso “Juanito”) y Cuauhtémoc con el diputado y ex gobernador de Zacatecas, Ricardo Monreal, pueden darle al partido de Andrés Manuel López Obrador un significativo avance electoral, aunque para ganar ésta última, MORENA tendrá que luchar contra el grupo de Bejarano que, aunque molesto, sigue dentro del PRD.
Lo cierto es que el PRD está en problemas y podría estar encaminado a engrosar las filas de una nueva “chiquillada” de partidos de izquierda, con la diferencia de que, en vez de ser el perredismo quien encabece a los pequeños, la punta de lanza sería MORENA. No son pocas las encuestas que ya colocan al “sol azteca” en niveles inferiores a 15 por ciento de las preferencias electorales. Las mieles del acceso al presupuesto han hecho perder piso al grupo que ha dominado al PRD casi por dos lustros. Ello explica en parte por qué preferir la depuración de cuadros que la gestión política rumbo a la unidad. ¿Será que la izquierda está preparada para entregar la estafeta a MORENA?
El punto medular es que la izquierda se está reorganizando pero, al menos hasta ahora, no ha crecido como porcentaje del total de preferencias electorales. El gran tema hacia adelante es si López Obrador podrá capitalizar el desprestigio del gobierno y de los partidos de oposición que, gracias a su participación en el Pacto por México, mellaron su credibilidad.
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