El SNTE o de cómo (tradicionalmente) negociar a gritos

Presidencia

En días recientes, el Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE), así como otras agrupaciones gremiales, ha salido a las calles en protesta por la aprobación de la reforma laboral. En el caso particular de los gremios magisteriales, siendo dicha pieza legislativa una que poco o nada los tocó, ¿cuáles podrían ser sus intenciones de fondo?; ¿estarán tan comprometidos con la causa de los trabajadores del país? Veamos.
Para comprender la situación que enfrenta el magisterio, en particular su líder, se debe analizar de manera puntual el juego estratégico que establecen las coyunturas de reforma institucional, así como el reemplazo de tomadores de decisión en el sector educación luego de la toma de protesta de Enrique Peña Nieto. No se puede cuestionar que el tema de las negociaciones salariales y de política educativa son un fértil abrevadero de protesta para el SNTE. Año con año, la ciudad de México sufre los estragos de esta dinámica de negociación-movilización-negociación-conciliación-desmovilización durante el proceso de fijación de salarios para el magisterio nacional. Esta ocasión ha probado no ser diferente. En breve, esta fuerza política comenzará el proceso de negociación con una Secretaría de Educación Pública (SEP) bajo la dirección de Emilio Chuayfett y necesita mostrar su poder de convocatoria. Por si fuera poco, este titular de la SEP no es un personaje cualquiera. Históricamente, Chuayfett ha tenido desencuentros serios con Elba Esther Gordillo, incluyendo su participación en la remoción de la lideresa magisterial de su puesto como coordinadora de los diputados federales priistas hace 9 años. Con este antecedente, Gordillo tiene un fuerte incentivo para demostrar que la SEP no es el PRI. El proceso comenzó con la elección de la líder como presidenta de la organización luego de años de ser la “líder moral”. Esto fue seguido de su acercamiento con López Obrador y, ahora, con el inusual llamado a la protesta por parte de las corrientes “institucionales” del SNTE en contra de la reforma laboral.
Por otra parte, la coyuntura presente tiene otras particularidades, destacando la reciente reforma educativa impulsada por el presidente. Si bien los cambios que entraña la reforma son casi idénticos a la alianza que había firmado el sindicato y la SEP en el sexenio de Calderón, no deja de ser cierto que la intermediación y acceso a la interlocución es un símbolo de poder en el SNTE. Aunque la reforma no tiene dientes para hacer valer cambios importantes como el fin de la venta de plazas, la SEP cuenta ahora con instrumentos legales para actuar, cosa que no era cierto antes. Todo esto pinta un panorama en el que los tambores de guerra parecen estar predominando, cada lado construyendo su propia estrategia de acción y defensa. La principal defensa de la líder Gordillo ha residido en eliminar cualquier incertidumbre sobre su control del sindicato. En la jerga sindical, es la capacidad de interlocución la que determina el poder y viabilidad de un liderazgo y, en la historia priista, está íntimamente relacionado con el acceso a Los Pinos, pieza clave del liderazgo del SNTE. Perder esas llaves fue la sentencia de muerte para el anterior mandamás del gremio, Carlos Jonguitud, a pesar de sus años de hegemonía en el sindicato. Por ello, los “institucionales”, como se conoce a la corriente de Gordillo, tienen que demostrar que tienen las llaves o, en su defecto, comenzar a repensar sus alianzas y liderazgos (incluyendo, por qué no, una posible deposición de Gordillo). Cualquier realineamiento es posible, pues en la política sólo los intereses son permanentes y aún sus aliados podrían darle la espalda. Es evidente suponer que exactamente el mismo proceso está teniendo lugar del lado de la SEP que, en este escenario, estaría contemplando opciones, alianzas y posibilidades para el futuro.
De manera que no se debe confundir a las guerras simbólicas, como la que se lanza contra las reformas laboral y educativa, con las guerras de poder. La aprobación de estas leyes no es una derrota, ni una afrenta real. Sin embargo, en política, sí es un fracaso perder el poder. Y por eso, hoy, el sindicato y sus líderes buscan reafirmarse frente a un gobierno federal que busca redefinir la relación SEP-SNTE. En síntesis, más allá de una lucha por coyunturas de política pública, se observa una pugna por redefinir los parámetros de negociación entre dos poderes políticos de facto. Alea iacta est.

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