El tema migratorio es una papa caliente en EU. Independientemente de las distintas modalidades que se han contemplado para una reforma migratoria –y de la oposición que enfrenta cualquier posible reforma– todo mundo sabe que es un tema ineludible. Pero ese hecho no lo hace fácil de encarar para demócratas o republicanos. En teoría, la nueva alineación política, con una mayoría demócrata amplia en ambas cámaras, permitiría suponer que reformar la legislación migratoria es ahora más factible que cuando el presidente Bush lo intentó hace un año. Sin embargo, hay dos consideraciones relevantes en este ámbito: primero, la oposición no proviene exclusivamente de la derecha republicana, igual hay sindicatos y comunidades (como la afroamericana) del lado demócrata que rechazan una reforma; por otro lado, el Presidente electo sabe que no puede correr el riesgo de alienar a la población que, aunque no haya votado por él, es susceptible de apoyar su agenda. En consecuencia, es de esperarse que el tema migratorio no sea una prioridad y que sólo se encare cuando la situación económica haya mejorado. También parece evidente que, cuando se discuta, la iniciativa incluya tanto algún tipo de legalización como fuertes medidas de seguridad para reducir el flujo de nuevos migrantes.
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