¿En qué piensa cuando vota?

Migración

El voto es la unidad de medida de la democracia. Así como la longitud se mide en metros, a masa en kilogramos, el tiempo en segundos, la intensidad de la corriente eléctrica en amperes, la temperatura termodinámica en kelvins, la cantidad de sustancia en mols o la intensidad luminosa en candelas, la democracia se mide en votos.

El invento es muy simple: un ciudadano, un voto. Todos iguales. Todos contados el mismo día, de la misma forma y con el mismo valor. En esa sencillez radica su atractivo y su extrema complejidad.

La calidad de los participantes en una democracia, al final sólo podemos medirla con el resultado de las elecciones, con el conteo de los votos. Los votos son el balance, la evaluación de todo el trabajo político de partidos, candidatos, gobiernos municipales, estatales y federales, de las administraciones y de los parlamentos.

El rendimiento, la capacidad, la historia, el trabajo de años, la trayectoria, la carrera y el prestigio o desprestigio de políticos, se juzga en un instante por los ciudadanos, se expresa en un acto de voluntad individual, que, al sumarse construye o da forma, a lo que generalmente llamamos la “voluntad general.”

El sociólogo Pierre Bourdieu sostenía que la voluntad general no consistía en la simple agregación mecánica de opiniones individuales, sino que era necesario “trabajar en la creación de las condiciones sociales para la instauración de un modo de fabricación de la voluntad general (o la opinión colectiva) realmente colectiva.”

Una voluntad general que, gracias a los medios de comunicación y a las tecnologías de la información se vuelve cada vez más real y va adquiriendo una dimensión distinta. Los ciudadanos compartimos un entorno, padecemos problemas comunes, debatimos, comentamos, escuchamos, nos formamos una opinión individual y poco a poco vamos formando una opinión colectiva a lo largo de los años.

La democracia es la construcción de un gran discurso social. Un discurso social que se expresa al final en votos, pero que es el resultado de los más variados factores que van impactando, a lo largo de los años, el ánimo, la percepción, la inteligencia de los hombres y las mujeres que integran una colectividad.

El voto es contundente. Es un fallo. Es un juicio. Es una sentencia. Es un examen. Es un acto breve en sí mismo, cuyo contenido se construye a lo largo de mucho tiempo.

Los mexicanos estamos aprendiendo a votar. Estamos construyendo juntos ese discurso social, esa visión compartida, que va marcando patrones, preferencias y que poco a poco va construyendo nuestro futuro.

Es importante asumir la responsabilidad individual y la libertad de votar, con una visión social. Entender el voto en su dimensión colectiva es darle al voto una dimensión ética. Es comprender que el voto emitido individualmente, en un solo momento, en el instante de las urnas, es algo que marcará efectivamente el destino de nuestra sociedad. Es un trabajo. Es gobernar. Es apostarle a la democracia con verdadera responsabilidad.

Por eso es importante hacer la pregunta ¿En que piensa cuando vota?‚¿Piensa en usted? ¿Piensa en su trabajo? ¿Piensa en sus hijos? ¿Piensa en su casa? ¿Piensa en su futuro? Pero al hacerlo,‚¿Piensa en los otros? ¿Piensa en los pobres? ¿Piensa en los indígenas? ¿Piensa en los migrantes? ¿Piensa el los desempleados? ¿Piensa en los problemas del país? ¿Piensa en la injusticia?

Pensar el voto como algo social es entender de verdad la democracia. El voto como el resultado de una historia compartida, de un entorno gozado y padecido, de una visión labrada a lo largo de muchos años, con sus fortalezas y con sus debilidades, constituye una gran construcción moral o intelectual.

Los pueblos que logran esa concepción de la democracia, esa cultura democrática, que son capaces realmente de socializar la idea de que ese acto individual y momentáneo tiene un gran alcance colectivo, son los que logran consolidar la democracia y convertirla en un camino sin retorno y en un proyecto de largo plazo.

Una visión compartida, no es una visión única, ni homogénea. Al contrario. Es un agregado de formas de pensar distintas que encuentran en la democracia el ambiente y el espacio para expresarse.

Debemos entender que votar es a penas esa intersección, mínima, pero real; compleja, pero posible, que permite tomar decisiones en sociedad. Es refrendar el acuerdo básico que nos permite seguir juntos y convivir.

La democracia no es un asunto de perfección. No está hecha para eruditos. Le apuesta al instinto, a la emoción, a la sabiduría popular. Es manipulable. Corre riesgos. La voluntad general puede ser engañada como la voluntad individual. Pero los pueblos, como los individuos, van acumulando experiencia y van haciendo mejor las cosas.

Hoy que termina el periodo de registro de los candidatos a la Presidencia de la República y que un unos días concluirá la, finalmente exitosa, tregua decretada por el IFE, hoy que es domingo y que todavía no somos invadidos por la publicidad de las campañas, vale la pena pensar en el voto para el 2006.

¿Qué queremos que sea nuestro voto? ¿Un acto mecánico, matemático, un número más? O ¿Queremos que sea el compromiso de una visión compartida y de una verdadera voluntad general? Pregúntese: ¿En qué piensa cuando vota?

e-mail: sabinobastidas@hotmail.com

La reproducción total de este contenido no está permitida sin autorización previa de CIDAC. Para su reproducción parcial se requiere agregar el link a la publicación en cidac.org. Todas las imágenes, gráficos y videos pueden retomarse con el crédito correspondiente, sin modificaciones y con un link a la publicación original en cidac.org

Comentarios