¿Las reglas del juego y el contexto en el que se operará la elección Presidencial favorecerán una contienda estable en 2012, sin cambios drásticos en las preferencias del electorado, o implicarán una competencia volátil, donde dichas preferencias se modifiquen abruptamente? Si bien existen elementos que podrían incentivar una mayor volatilidad, al día de hoy todo indica que una contienda estable es más probable, lo que beneficia claramente al PRI y su candidato.
En primer lugar, el tiempo de campaña y precampaña será más cortos, dejando relativamente poco espacio a la oposición para la construcción de candidatos, lo que afecta a quienes aún no se posicionan ante el electorado (PAN), y a quienes tienen porcentajes de opinión negativa muy altos (AMLO). En segundo lugar, los partidos estarán limitados en la compra de espacios en medios de comunicación y al uso de campañas negativas, aunado al hecho de que el PRI -por la victoria contundente en las elecciones de 2009- sostendrá el mayor número de spots en radio y televisión.
Por otro lado, los malos resultados en la estrategia de seguridad y el impasse en crecimiento económico en el que se ha encontrado el país durante los últimos diez años serán caldo de cultivo para el voto de castigo de los electores hacia el partido en el gobierno. En lo económico se espera un escenario de una tasa de crecimiento anual del PIB del 2.7% -ni tan bajo para que el PRD pueda colgarse con una política de cambio social, ni tan alto para que el PAN pueda beneficiarse de los resultados. Finalmente, el hecho de que el monopolio de la corrupción ya no sea percibido como propio del PRI, le ha permitido reposicionarse como una alternativa viable e, inclusive, eficiente para muchos electores -incluido el electorado joven al que no le dice nada los ataques al “viejo PRI”.
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