La reforma a la Ley Federal del Trabajo –aunque aún incompleta—no podía postergarse. Con un crecimiento de 0.26% de la productividad anual durante las últimas dos décadas en México y un crecimiento anual promedio en el mismo lapso de 1.7%, hasta está llegando tarde. El texto de reformas ahora a discusión en el Senado es una buena noticia para la agenda liberal económica, ya que presenta un avance sustancial en flexibilización laboral, formalización de trabajo y defensa a grupos marginados –sobre todo mujeres y jóvenes. Sin embargo, la expectativa de impacto de la reforma debe establecerse dentro de límites sanos y tomar con cautela tanto el incremento de 4 puntos del PIB estimados por representantes de la OCDE en México, como la “promesa” de generación de 400 mil empleos el próximo año por parte de funcionarios del Gobierno Federal. Entonces, ¿cuál sería una expectativa más realista al respecto?
Lo desmedido de las expectativas por la reforma laboral puede tener dos explicaciones. Por un lado, aunado a variaciones en el contexto macroeconómico, existe un problema serio para valorar el impacto probable de la reforma sobre la economía, particularmente puesto que muchos esquemas reconocidos en ésta –como la subcontratación— ya operaban de facto en el país. Por otro lado, la versión turnada al Senado, es una versión descafeinada al menos en dos fundamentales de importancia política. En primer lugar, la cuestión sindical (tratada en otro texto de esta edición de Semana Política). Aquí, surge la duda de si en el primer embate de una reforma estructural se sigue defendiendo estructuras anquilosadas del poder como los sindicatos charros, qué pasará con otros grandes actores –del mundo sindical y privado- al iniciarse las discusiones de las reformas energética, fiscal y de seguridad social. En segundo lugar, se dejó fuera la creación de tribunales laborales que dependan del Poder Judicial de la Federación, en lugar de la Junta Federal de Conciliación y Arbitraje, dependiente de la Secretaría del Trabajo. Es decir, el Ejecutivo seguirá siendo, en el caso de controversias con los trabajadores de Estado, juez y parte en materia laboral.
¿Qué sí esperar? Un impacto en la competitividad del país será inminente. En principio, el primer indicador que mostrará dicho avance será la posición de México en el pilar de eficiencia laboral del Índice de Competitividad Mundial 2013 del Foro Económico Mundial, y avance en los indicadores del Doing Business por el simple hecho del cambio en la legislación. Los puntos importantes de la reforma al respecto son las nuevas modalidades de contratación como el establecimiento de periodos de prueba de un máximo de 180 días para cargos directivos y 30 días para trabajadores con prestaciones laborales establecidas, la existencia de periodos de capacitación con indemnización en el caso de no contratación, el pago por hora que en ningún caso podrá ser menor al que corresponda a una jornada completa (es decir, no se fracciona como mentirosamente argumenta la izquierda). Por otro lado, la notificación de despido de forma personal, en la Junta o por correo certificado para agilizar los ajustes de planta laboral y flexibilizar el proceso, regulación del outsourcing y el establecimiento de límites a la responsabilidad solidaria de los contratantes. Cabe señalar el reconocimiento de 3 días laborales con goce de sueldo de licencia por paternidad (cuyo monto es menor pero cuyo reconocimiento es importante), y a limitación a la generación de salarios vencidos por despido injustificado (se pagará 2% de interés mensual, capitalizable al momento del pago).
El proceso seguido en la discusión y aprobación de la reforma en la cámara baja arroja algunas lecciones importantes. Primero, sí es posible aprobar reformas; segundo, la reforma hubiera sido imposible sin el concurso de la administración que todavía no está en funciones, lo que deja dudas, como se apuntaba arriba, sobre su disposición a enfrentar intereses que se benefician del statu quo y minan la productividad. Finalmente, el proceso evidenció una gran capacidad de operación política, lo cual augura un proceso político mucho más eficiente. La gran pregunta es si se enfocará en los focos nodales que paralizan a la economía.
Más allá de poder explicar con mayor puntualidad los mitos y realidades de la reforma laboral, es fundamental no caer en el anzuelo de heraldos hipócritas que, parafraseando el diputado Tomás Torres (PVEM) en su posicionamiento el día que se votó, se arropan con la cobija del discurso de los pobres, siendo que ellos son los primeros en esquilmarlos y no otorgarles sus derechos de ley. Primero, la congruencia.
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