El régimen presidencial de nuestra Constitución presenta un Poder Ejecutivo muy acotado frente a un Congreso con muchas atribuciones. Esto, aunado al estilo presidencial ponderado y parco de Felipe Calderón, ha propiciado que esta administración parezca resignada a cambios marginales, por lo que se evita cualquier pronunciamiento (como en el caso del Gobernador de Puebla o su relación con Elba Esther Gordillo), acciones de gobierno o exigencia de cambios más profundos, que amenacen la línea de diálogo y cooperación con otros partidos y dirigentes. La evaluación del primer año ha sido, en lo general, positiva; pero el piloto automático no será suficiente para que el presidente salga bien librado de los aumentos de precios, el impacto social de la apertura comercial agropecuaria, la exigencia de resultados en materia de seguridad y las precampañas rumbo al 2009 que, entre otros, marcarán el próximo año de la administración Calderón.
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