De acuerdo con sus recientes declaraciones, el presidente Calderón ya está viendo más allá de la transición de gobierno y se encuentra en desarrollo de una agenda enfocada a hacerse – o mejor dicho continuar- con el control de Acción Nacional. La pregunta es ¿por qué tanta prisa? Con miras a la sesión del Consejo Nacional del partido a celebrarse el próximo 11 de agosto, el mandatario parece no estar dispuesto a perder el partido; una hipótesis es que hay dos razones primordiales para ello. Primero, como familia fundadora del PAN (el padre del presidente, Luis Calderón Vega, fue uno de sus fundadores, y sus descendientes –en particular Felipe y Luisa María (próxima senadora)—han estado en la actividad partidista desde muy jóvenes), tiene un especial compromiso con el partido. Segundo, más en el reino de lo práctico, Calderón parece decidido a repartir y asignar responsabilidad por la derrota electoral del pasado 1 de julio a tantos pueda, promover la continuidad de sus políticas, al menos desde las pocas trincheras que le quedaron al panismo tras los comicios del mes pasado, y hacerse de los mecanismos del partido para que su familia –su esposa Margarita y/o su hermana “Cocoa” tuvieran la posibilidad de ser candidato presidencial en 2018. Desde esta perspectiva, el activismo del presidente no es meramente altruista: algunos dicen, con sorna, que se está tratando de convertir en el Calles del PAN. Desde el 2 de julio, el presidente arrancó una gira por los estados de Sonora, Morelos, San Luis Potosí, Guanajuato, Veracruz, Jalisco, Guanajuato y Michoacán, señalando los beneficios de los programas sociales federales, inaugurando obras de infraestructura y, sobre todo, convocando a múltiples reuniones con más de la mitad de los consejeros nacionales, principales líderes y facciones al interior del partido. El presidente estaría intentando construir un bloque lo bastante sólido para imponer a su gente en el cónclave panista. Esto iría en línea con la forma en que el presidente, a través de sus contingentes, manejó la primera debacle comicial en las intermedias de 2009 con la renuncia de su entonces dirigente, Germán Martínez, para sustituirlo con otro (supuesto) calderonista, César Nava.
¿Qué más estaría en juego entre los grupos panistas de cara a su restructuración post-trauma electoral? En primera instancia, los recursos. Si bien la porción del presupuesto público que se asignó a Acción Nacional para 2012 ascendió a 168.5 millones de pesos, con su disminuida posición luego de los recientes comicios presidenciales y legislativos (salvo en el Senado), aunado a que 2013 no es año de comicios federales y el dinero destinado a partidos desciende, dicha cifra bajará todavía más Entonces, como ocurre en casi todo contexto humano, la lucha en un entorno de recursos limitados no será sencilla ni tersa. En segundo lugar, el control dentro de los espacios de poder en el ciclo político venidero. Hace seis años, igual que ocurrió con Calderón, el precandidato presidencial del entonces presidente Vicente Fox, no resultó ungido como aspirante panista a Los Pinos. Sin embargo, Fox dejó a una dirigencia nacional afín encabezada por Manuel Espino–al menos por unos meses y con la victoria del PAN en la elección federal de 2006 como respaldo—, además de que aseguró a un buen número de miembros de su grupo dentro de las bancadas legislativas. Calderón ya aseguró esto último, pero lo primero está en veremos. En este contexto, hay dos hipótesis respecto a la permanencia del actual presidente del PAN, Gustavo Madero: según una, el presidente querría remplazar al actual presidente ahora que todavía tiene fuerza y mecanismos institucionales a su alcance. La otra hipótesis es que el actuar del presidente ha conformado un bloque de oposición a cualquier cambio en este momento para posponerlo hasta después del fin del sexenio. No hay que olvidar que, en el PAN, la presidencia determina el coordinador de las bancadas en ambas cámaras. La lucha soterrada que está teniendo lugar de aquí al 11 de agosto tiene más que ver con la fuerza decreciente del presidente que con cualquier otra cosa.
La estrategia del presidente Calderón se ha centrado en formular un concepto medular: la idea de la restructuración y renovación del PAN, ratificada en una carta firmada por ex presidentes de partido –Luis Felipe Bravo Mena, César Nava, Germán Martínez y Luis H. Álvarez. En ella señala la necesidad de redefinición de la militancia de partido, los métodos de elección interna para selección de candidatos, y el uso de los recursos públicos del partido para reorientarlos al gasto en campaña en lugar del gasto a servicios personales y administrativos del PAN. En todo ello, claro está, él desea ser un primerísimo protagonista. Para justificar esta intención, su discurso público ha desarrollado un virtual deslinde de la derrota de Josefina Vázquez Mota, aun cuando fue el mismo presidente quien le heredó a la campaña presidencial blanquiazul diversos problemas como la crisis de inseguridad, o el cierre de los recursos partidistas –humanos y monetarios—a la campaña misma. Puesto de otra manera, el creciente activismo presidencial en su partido podría estar haciendo aún más ásperas las pugnas internas que, de por sí, acompañan un cataclismo electoral.
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