Semanas después de que sus contrapartes estadounidenses abandonaron el discurso de que los “fundamentos de nuestra economía están fuertes”, las autoridades económicas mexicanas lo seguían repitiendo. Hacia finales de esta semana, advirtieron estar dilapidando una credibilidad que pronto les hará falta, y cambiaron el mensaje. El de ahora no es radicalmente diferente: “Prepararemos una serie de medidas contingentes que permitan atemperar los efectos de este fenómeno que se está presentando en el exterior”. Mientras las remesas caen, la demanda por las exportaciones se desacelera, y las fuentes externas de inversión y crédito se secan, la estrategia de la clase política mexicana parece ser pretender que aquí nada importante ha pasado, que aquí no hay culpas que repartir, ni ausencias financieras importantes que advertir. Hay mucho por evaluar, pero mientras más rápido abandonen esa mentalidad inercial, mejor para el país.
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