Después de unos días particularmente violentos el presidente Felipe Calderón decidió responder de manera contundente a sus críticos. Utilizando un inserto en medios impresos y luego un mensaje en cadena nacional, recapituló todos los argumentos que su gobierno ha venido utilizando desde que se lanzó la ofensiva contra el crimen organizado y, de paso, ofreció un pequeño giro: la lucha nunca ha sido contra el narcotráfico sino contra la inseguridad, por lo que todos aquellos que piensan que esta es una guerra contra el narco están fundamentalmente equivocados.
El Presidente tiene todo el derecho de argumentar que su estrategia ha sido malinterpretada. Sin embargo, su propia diatriba cae en las mismas contradicciones en las que cae la estrategia en general. Aunque afirma que la estrategia está sostenida en 5 ejes de acción, luego procede a particularizar que el crimen organizado que se dedica al narcotráfico había alcanzado tales proporciones que era imposible quedarse impasibles. Argumenta además que el problema en realidad surge de la demanda de drogas en EU y en México y del tráfico de armas. Es decir, como la estrategia, plantea una visión global del problema pero luego ejecuta una acción enfocada casi exclusivamente contra el narcotráfico.
Este enfoque no es necesariamente erróneo pero si le resta credibilidad al argumento presidencial, que suena como un reclamo a una sociedad que no entiende lo que se está haciendo por ella. Este reclamo simplemente cae en oídos sordos. A pesar de sus mejores esfuerzos, el sexenio del presidente Calderón será evaluado por el número de homicidios que se cometan y que, a grandes rasgos, se ha venido duplicando anualmente en los últimos 2 años. Las reformas a las policías y las procuradurías, así como la reforma al sistema de justicia penal son quizá logros de su gobierno, pero no darán frutos hasta el siguiente.
Puede intuirse que el presidente Calderón entiende este problema, pero en lugar de ofrecer nuevas estrategias, reitera que no se comprende el alcance de lo que trata de hacer y reclama confianza y apoyo, sin ofrecer mayor evidencia que su palabra. Los índices de aprobación que tiene en materia de seguridad reflejan que la gente está dispuesta a confiar en él, pero las mismas encuestas dicen que la mayoría no cree que pueda ganar esta “guerra”. Se aprecia la intención, pero no los resultados y en esta nueva ofensiva mediática el Presidente, otra vez, tiene poco que mostrar.
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