La captura de “El Chapo” Guzmán, ¿un destello fugaz?

Peña Nieto

La captura del criminal más buscado en México, figura un logro mayúsculo del Estado mexicano. Prófugo de la justicia desde hace trece años, Joaquín Archivaldo Guzmán Loera, alias “El Chapo” Guzmán, cumplirá al fin su condena por delitos de delincuencia organizada a los que se le suman principalmente los de tráfico de drogas como líder del Cártel de Sinaloa. Su escrupulosa detención podría representar un mensaje claro de que los temas en cuestión de seguridad, son una prioridad dentro de la agenda nacional de la actual administración. Sin embargo, más allá de identificar la señal mediática que esto representa, recordemos que en el pasado ya han caído lideres importantes del crimen organizado, por lo que vale la pena hacernos la siguiente pregunta: ¿dar énfasis a la estrategia de “cortar cabezas”, por sí misma podría representar una mejora sustancial dentro de la política de seguridad nacional?

Al igual que ocurrió en el gobierno de Felipe Calderón y sus ejemplares capturas, la Marina fue nuevamente responsable de la aprehensión de “El Chapo”; sin embargo,  la coordinación del gobierno de Enrique Peña Nieto muestra matices que reflejan ya cambios decisivos con respecto al gobierno anterior, entre los que se encuentra un manejo cuidadoso de los medios y una profunda organización entre las agencias del gobierno federal. La línea de participación entre Estados Unidos y México también percibió cambios, ya que, la información disponible indica, la cooperación entre estos países se limitó principalmente a intercambiar información de inteligencia, y lejos de que las agencias estadounidenses orquestaran la captura, fueron las instituciones mexicanas las responsables de planear, ejecutar y llevar a cabo la detención, manteniéndose dentro de un marco apegado al debido proceso judicial. Aunado a esto, junto con la captura de personajes como la ex líder sindical Elba Esther Gordillo, el gobierno parece estar tratando de enviar el mensaje, como trasfondo, de que, a diferencia del sexenio pasado, ahora no hay más “intocables”. El tiempo dirá si el mensaje empata con la realidad.

Si bien las formas cambiaron,  no se vislumbra una transformación real en la táctica del nuevo gobierno para hacer frente a la delincuencia y el crimen organizado. A pesar de la gran labor que efectuaron las instituciones de seguridad en la detención de “El Chapo”, la administración de Peña parece estar perpetuando una estrategia que ya demostró ser poco efectiva. La captura de una cifra importante de capos por sí sola ha resultado, hasta cierto punto, contraproducente para la seguridad nacional. El vacío de mercado que genera la persecución del tráfico de drogas -en ausencia de Estado- ha provocado que la inseguridad en ciertas regiones del país aumente, dada la proliferación de delitos más rentables como la extorsión, el robo y el secuestro, mismos que afectan a la población común y corriente mucho más que el narcotráfico, fenómeno relativamente distante de su vida cotidiana. Por lo tanto, una estrategia integral para combatir el crimen organizado forzosamente deberá centrarse en las causas profundas de la delincuencia. En ese sentido, la lucha contra el narcotráfico debe darse desde un enfoque jurídico y económico, a través de acciones que contemplen tanto la reconstrucción institucional como el rastreo de las redes de operación y financiamiento que propician la expansión de dichas organizaciones.

Tras la captura de Joaquín Guzmán, los reconocimientos internacionales no se dejaron esperar y junto a esto, la sorpresa de la sociedad mexicana tras tan repentino suceso levantó los ánimos (y las usuales suspicacias), pero dicho suceso de poco servirá si se convierte en un evento aislado que a partir de ahora no se transmita en un renovado ambiente de seguridad en el país y que ciertamente vaya acompañado de una profunda reconstrucción de las instituciones que aseguran el estado de derecho y una continuidad en los procesos de captura de otros criminales de alto nivel. Las próximas acciones que tome el gobierno de Peña Nieto serán decisivas para reconocer si tan sonada captura es parte de una estrategia que contempla el panorama general, o si se trató más bien, de  un destello fugaz de optimismo.

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