La consolidación de Madero en el PAN.

Presidencia

2014 es fundamental para la definición del rumbo y el futuro del PAN, pues se llevará a cabo (por fin) la elección (o, de ser el caso, reelección) del presidente de su Comité Ejecutivo Nacional. En las últimas semanas, Gustavo Madero, -quien oficialmente concluyó su periodo desde el 4 de diciembre de 2013, aunque no está impedido a seguir desempeñándolo mientras no haya comicios internos—, ha consolidado su liderazgo por medio de distintas alianzas con actores relevantes en las entrañas operativas panistas, sin mencionar el control ya asumido con la aprobación hace unos meses de nuevos estatutos que fortalecen la influencia del dirigente ante los comités estatales, además de otras “ventajas” emanadas de su colaboración con el gobierno federal –por ejemplo, la negociación de recursos vía el Presupuesto de Egresos. Estos factores, si bien vislumbran  un escenario halagüeño para las aspiraciones de Madero y su grupo en su interés de conservar la manija de Acción Nacional, podrían resultar sólo en un triunfo personal y de corto plazo que no necesariamente contribuirá a la recuperación que necesita el PAN como partido e institución política.
La necesidad de refundar su narrativa, redefinir su papel como oposición y salir de la crisis en la que se encuentran, es cada vez más urgente para los panistas. Evidentemente, la crisis del PAN no es culpa exclusiva de Madero, sino resultado de distintos elementos. En primer lugar, el desgaste del partido tras doce años en el poder y ser relegado a la tercera fuerza en la elección de 2012. En segundo término, las pugnas internas por el control del partido, así como las acusaciones mutuas y las prácticas corruptas entre sus integrantes han desgastado la legitimidad del blanquiazul. Asimismo, el PAN, bajo la dirigencia de Madero, eligió adscribirse al Pacto por México como una manera de subsistir políticamente y obtener recursos del gobierno; sin embargo, esto diluyó su capacidad de mostrarse como una fuerza contrastante frente a las políticas y posturas del Ejecutivo. Además, le confirió un enorme poder al gobierno para manipular el resultado de la elección interna del partido que siempre se enorgulleció de ser una oposición no dispuesta a transigir.
Madero ha sabido aprovechar distintos factores para consolidar su liderazgo  y perfilarse como la figura más viable para mantenerse al frente del partido. El dirigente panista se ha valido tanto del manejo de los recursos económicos del partido, como por las alianzas con operadores políticos clave como Jorge Manzanera (crucial en el manejo de las campañas presidenciales de Vicente Fox y Felipe Calderón). Madero también ha sacado ventaja de las torpezas de sus principales adversarios, los (¿mal?) llamados “calderonistas” encabezados por el senador Ernesto Cordero, y los titubeos de otras figuras relevantes del panismo como Josefina Vázquez Mota, quienes han reducido sus probabilidades de ganar la dirigencia. Todo esto ha contribuido a construir una mayor legitimidad a favor de Madero, quien busca crear una sensación de mayor unidad del partido. No obstante, vale la pena preguntarse si esa mayor unidad tendrá un impacto para mejorar la situación y dar claridad a las contradicciones e incertidumbres del partido. Si bien el fin a las pugnas internas reducirá las prácticas de desprestigio entre sus miembros y evitaría un mayor desgaste del partido, difícilmente le traerán beneficios reales pues, para rescatar al PAN, se requiere de proyecto, reestablecer las prioridades de una agenda panista cada vez menos conectada con la sociedad, sin olvidar la atención de las demandas de clientelas y votantes que no se sienten representados y día a día se decepcionan y alejan de Acción Nacional.
Ahora bien, la actual dirigencia no está teniendo un comportamiento atípico respecto a sus antecesoras inmediatas. Durante los últimos años, en particular desde su estancia en Los Pinos, el PAN no descifró el rompecabezas para aterrizar su doctrina en práctica. En cambio, el pragmatismo malentendido lo condujo a sacrificar su ideología, agenda e institucionalidad.  Hoy, mucho se habla de que Acción Nacional ha regresado a su “estado más cómodo y conocido”, es decir, a la oposición. Sin embargo, queda la duda si en verdad el PAN se está configurando en verdad como la “oposición responsable” que pregona ser (además de creíble substituto del partido en el gobierno), o sólo es un actor más en los escenarios del regreso del “nuevo PRI”, un partido “satélite”.

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