El pasado 20 de julio, durante la Convención Nacional de Movimiento Ciudadano (MC), Marcelo Ebrard criticó fuertemente al partido al cual se encuentra hoy afiliado, el PRD, agitando la discusión y especulaciones de los posibles escenarios, alianzas y movimientos dentro de la izquierda. Estas declaraciones se insertan en una fase crucial dentro de una reconfiguración en proceso de la izquierda mexicana, la cual inició con el quiebre que resultó de la participación del Partido de la Revolución Democrática dentro del Pacto por México. En el futuro próximo, las distintas elecciones de 2015 –la intermedia federal, algunas de las nueve gubernaturas en disputa, y ciertos procesos locales—serán la primera oportunidad para medir las fuerzas de los liderazgos dentro de la izquierda: los “Chuchos” que controlan el PRD, López Obrador y su MORENA, y Ebrard con su posible incursión en Movimiento Ciudadano. En este contexto, los comicios del Distrito Federal serán un buen indicador, dado su carácter neurálgico para la izquierda nacional. Sus resultados determinarán si la fragmentación es definitiva, o si conllevan a una negociación o cooperación con miras al proceso federal general de 2018.
En términos generales, la izquierda en México en la actualidad se conforma por un PRD que ha apostado a la percepción de institucionalidad con su participación en el Pacto por México, apuesta compleja porque el único posible ganador es el gobierno priista. Sin embargo, esto ha implicado que, por un lado, tenga mayor acceso a recursos públicos y, por otro lado, que por primera vez en su historia cuenta con un grupo político (o tribu, dirían algunos) dominante, “los Chuchos”, lo cual potencialmente le daría mayor estabilidad interna durante los próximos años. Por su parte, Movimiento de Regeneración Nacional (MORENA) cuenta con el capital político que le suma tener a AMLO como su líder, además de la legitimidad que le otorga haberse opuesto de manera tajante y desde el principio a la colaboración en los temas discutidos dentro del Pacto por México. La tercera fuerza en este escenario, Movimiento Ciudadano, estaría en el umbral de adquirir un “refuerzo de lujo” en la figura de Marcelo Ebrard. Si bien el ex jefe de gobierno capitalino habría encontrado una plataforma para la continuación de su carrera política que no le quiso conceder el actual liderazgo perredista, MC también se fortalece y apuntala, igual que MORENA, su oposición a la agenda pactista, dada la consistente postura crítica de Ebrard respecto al acuerdo. Por último, en la ecuación aparece el Partido del Trabajo (PT), cuya principal ventaja es que, contrario a MORENA, sí puede coaligarse con otros partidos en 2015; la cuestión es saber si algún partido estaría interesado en aliarse con los petistas y bajo qué términos se distribuirían los votos en un eventual convenio de coalición (cabe recordar que el endurecimiento de las reglas en este sentido dio marcha atrás en el Congreso hace algunas semanas).
Ahora bien, en el ámbito del Distrito Federal, los objetivos del PRD rumbo a los comicios de 2015 serán hacer control de daños ante la criticada administración de Miguel Ángel Mancera como jefe de gobierno, confiar en su capacidad de movilización del voto y, dado el caso, en una baja participación del electorado capitalino (el abstencionismo suele beneficiar al partido con la maquinaria política mejor aceitada). Además, podría determinar conveniente una alianza con el PT que, al no tener una figura emblemática en sus liderazgos, no tendría muchas opciones que le permitieran mantener su registro si optara o no consiguiera coaligarse con sus “hermanos mayores” (en términos de fuerza política). Por su parte, al anunciar hace unos días a sus operadores capitalinos (Ricardo Monreal, Bertha Luján, Claudia Sheinbaum, Jesús González Schmal, Clara Brugada, entre otros), MORENA deja ver que la concentración de sus esfuerzos estará en la contienda en el D.F. Para MC, quizás lo más importante sea fortalecerse desde la figura de Marcelo Ebrard para aumentar sus posibilidades, primero, de alcanzar el 3 por ciento de la votación nacional que le permita conservar su registro y, después, de poder tener influencia en la potencial designación de un candidato presidencial de unidad de las izquierdas en 2018. De lo que nadie puede dudar es que 2015 será una prueba de fuerza para la izquierda y para cada uno de sus personajes en lo individual, todos con la mira hacia el 2018.
La elección del D.F. será interesante no sólo por la estrategia de los partidos de izquierda para seleccionar sus candidatos o diseñar su discurso, sino por el comportamiento de los votantes. Habrá que observar si el electorado capitalino privilegia un voto dividido entre las diferentes opciones de izquierda, PRI y Acción Nacional, o si responde más al contexto nacional, aumentando desde lo local los contrapesos al gobierno federal priista. Igual de importante será la capacidad de cada liderazgo de izquierda, sobre todo para los dos ex jefes del gobierno del DF, AMLO y Ebrard, para ganar el voto. Así, el resultado del experimento 2015 impactará no sólo en el capital político que determina el acceso a recursos públicos de cada partido, sino en la integración de la Asamblea Legislativa y su agenda, así como en el impulso o no que tenga a futuro la reforma política del D.F., olvidada entre los pendientes del difunto Pacto por México.
Dicho todo esto, a pesar de haber muchas interrogantes por el lado de la izquierda, en este tema hay ya un jugador con saldo positivo. El PRI ha estado trabajando calladamente, aunque aún sin muchas expectativas de obtener espacios mediante las urnas en el D.F., ganará conforme la oposición se vea más fragmentada. Finalmente, en lo concerniente al nivel federal, aunque la izquierda suele ir coaligada en los comicios presidenciales, habrá que esperar si esta fragmentación prevalece o no rumbo a 2018. ¿Cuestión de egos, de institucionalidad o de mera conveniencia? Como diría Hamlet, esa es la pregunta. Lo que es indudable es que una izquierda fragmentada jamás llegará a la Presidencia.
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