El primer minuto del lunes 20 de abril comenzó oficialmente la campaña electoral por los puestos de elección popular –jefes delegacionales y diputados a la Asamblea Legislativa— en el Distrito Federal. Por la enorme importancia que tiene la Ciudad de México en la vida política nacional –tanto en términos de recursos como de presencia mediática –, el proceso electoral de este año se vislumbra como una encarnecida batalla entre los bandos de “rudos y técnicos” de izquierda afiliados primordialmente al PRD y a MORENA. Asimismo, el resultado de los comicios locales marcará en buena medida el destino de los partidos menores como Movimiento Ciudadano y el Partido del Trabajo. De este modo, los comicios en el D.F. podrían encumbrar o sepultar a determinados partidos y personajes de la izquierda respecto a sus aspiraciones políticas hacia 2018.
Tras haber imperado la cautela y sin haberse dado un éxodo masivo de militantes perredistas hacia las filas de MORENA, el partido de Andrés Manuel López Obrador sí representa la primera gran amenaza a la hegemonía del PRD instalada desde los comicios locales intermedios de 1997. La competencia por el control de varias de las delegaciones más grandes y con más recursos, es decir, Iztapalapa, Gustavo A. Madero, y Cuauhtémoc, tendrá batallas en todos los frentes –legales en tribunales e ilegales con la potencial violencia en las calles. Para 2015, entre las tres demarcaciones mencionadas, se acumula un presupuesto de alrededor de 8.5 mil millones de pesos. La tenencia de dicha triada garantizaría a cualquier partido una muy buena bolsa para sus operaciones en el ciclo electoral rumbo al 2018. Ya desde 2009, con el episodio de Rafael Acosta, “Juanito”, su candidatura ganadora en Iztapalapa por el Partido del Trabajo derrotando a la perredista Silvia Oliva, y la licencia de Acosta a favor de Clara Brugada, actual candidata de MORENA a la misma demarcación, AMLO y el PRD protagonizaron un preámbulo de lo que podría ser 2015. Por otra parte, adicionalmente a los fondos presupuestarios, los recursos provenientes de las extorsiones de todos los grupos clientelares ubicados en esas delegaciones son un botín nada despreciable.
No resulta novedoso decir que la carrera por la candidatura de un potencial frente de izquierdas en 2018 entre AMLO, Marcelo Ebrard, y hasta el mismo Miguel Ángel Mancera, está atado al acomodo de fuerzas tras esta elección. Del lado de AMLO, MORENA peleará para arrebatarle al PRD lo más que pueda –dos o tres delegaciones y una decena de asambleístas podrían ser aceptables para él—, al tiempo que se intente posicionar como el partido líder de las izquierdas –algo más complicado de acuerdo con varios sondeos de opinión recientes—y, después, buscar llegar como “el mejor posicionado” al tradicional, si bien no inexorable, reencuentro de los bandos izquierdistas en 2018. Por su parte, Ebrard depende de que Movimiento Ciudadano (MC) conserve el registro nacional para acceder como diputado federal plurinominal a partir de septiembre. Si MC logra quedar de pie en el pancracio tras la batalla campal entre PRD y MORENA, es decir, si consigue votos para abonar al 3 por ciento indispensable para seguir vivo, Ebrard habrá librado la arena electoral. No obstante, la pelea para Ebrard será más dura después, sobre todo contra los demonios, propios y ajenos, emanados de los rieles de la Línea 12 del Metro.
Por último, la figura de Miguel Ángel Mancera sin duda tendrá implicaciones en los comicios, aunque la operación política y de negociación en esta coyuntura parece estar más a cargo de su secretario general de Gobierno, Héctor Serrano. De hecho, Mancera incluso pudiera no salir demasiado dañado en el hipotético caso de una debacle perredista en el D.F. Primero, Mancera no tiene intenciones, por ahora, de afiliarse a dicho partido, aun cuando se le ha llegado a mencionar como posible candidato presidencial para 2018. Segundo, el jefe de gobierno ha consolidado –a diferencia de sus antecesores—canales amplios y abiertos con el gobierno federal, lo cual incide en el acceso a mayores recursos presupuestales y mejores mecanismos de gestión. Así, la estrategia no beligerante de Mancera, cuya lectura parece también haber comprendido AMLO al no enemistarse del todo con el jefe de gobierno, pudiera responder a su interés por negociar con los bandos ganadores de los distintos frentes electorales y, de esta manera, jugar con el control político que le ofrece su investidura.
En resumen, para las izquierdas, la elección capitalina de 2015 apunta hacia un objetivo fundamental: los comicios generales de 2018. Esta elección será crucial para determinar si las izquierdas van juntas o separadas y, por lo tanto, si tienen posibilidad real de ganar. Si uno observa la colección de personalidades, vanidades y dineros, no es obvio que la izquierda tenga capacidad de unirse tras un candidato único. Dicho eso, lo que la ciudadanía considera importante claramente no está en la agenda: ¿Y los intereses y necesidades de la Ciudad de México? Ya los resolverá el funcionamiento inercial de la capital…se supone.
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