Jacksonhole, Wyoming—El encuentro monetario organizado en días pasados por la Reserva Federal de Kansas City, en estos hermosos escenarios rocallosos, celebró dos momentos históricos en su ya brillante trayectoria: por un lado, su trigésimo aniversario; por el otro lado, la inauguración, en este, el seminario monetario global por excelencia, de la era Bernanke. El tema, apropiadamente, fue de relevancia capital: la nueva geografía económica.
En los últimos veinte años, el número de países que ya participan en la economía global se ha disparado. China, India, los países de Europa central y oriental, incluso otros de la zona latinoamericana, y otros más de los continentes asiáticos y africano, cambiaron sus paradigmas, y lograron sumarse al proceso económico de integración. Las barreras al comercio y al capital se desplomaron. El resultado ha sido, como lo dijo James Buchanan en 1989, un cambio estructural en la geografía económica mundial, lo cual ha generado un aumento exponencial en el volumen y la variedad de bienes que se intercambian, así como en la gama de instrumentos financieros disponibles en los mercados de capital.
Este cambio en el mapamundi económico, la conformación de bloques comerciales y el surgimiento de nuevas potencias económicas, tiene implicaciones fundamentales para la política pública en general, y para la política monetaria en particular. Ben Bernanke, en su conferencia magistral, detalló los enormes beneficios, tanto en costos como en tasas de productividad, de la erosión de las distancias que ha traído el proceso contemporáneo de la integración global. La variable de la frontera nacional ha sido reemplazada por la variable del retorno a la inversión ajustada al riesgo. La diferencia entre el centro y la periferia es mínima. La fragmentación de los patrones de producción implica el intercambio de tareas, más que de bienes. Estos últimos son consecuencia de un proceso económico global.
Anthony Venables, Profesor del London School of Economics, explicó como uno de los grandes retos de la nueva geografía mundial es hacer frente a los grupos afectados por estos gigantescos procesos de integración—bajo el riesgo de fuerzas proteccionistas, o incluso el desplome de las negociaciones tan importantes para el mundo subdesarrollado, como la Ronda de Doha. Por ello según el mismo Bernanke, los beneficios de esta nueva geografía deben ser amplios, y compartidos. Ello significa que estos procesos deben, en su debido momento, incorporar propuestas de cómo hacer frente a los desplazamientos en el mercado laboral, y las diferencias de ingreso, que puedan darse por el tremendo vigor que ha reunido la destrucción creativa, en su versión contemporánea.
Raghuram Rajan, el brillante economista en jefe del FMI, compartió una hipótesis sumamente controvertida. Según su análisis empírico, Rajan encuentra que, contra teoría, el “capital foráneo” no fluye de las regiones ricas a pobres, sino viceversa; además, este no “persigue” productividad. De hecho, bajo este análisis, no hay correlación entre una mayor captación de capital y mayor nivel de desarrollo en países subdesarrollados. Ragan explica que ello no es necesariamente cierto para inversión extranjera directa. La gran pregunta es qué exactamente define este concepto de “capital.” Pero la especulación quedó abierta, si bien bajo un clima de inquietud. Ragan mismo concluye que los países subdesarrollados deben fincar sus estrategias de crecimiento ante los nuevos cambios mundiales, en mejorar sus sistemas financieros, o sea, en profundizar sus mercados de capital, a la vez que den un lugar prioritario al aumento del ahorro interno.
Ojalá esto no se interprete como recomendación para que países subdesarrollados cierren las puertas a la apertura financiera—o peor, como una excusa para la expropiación de propiedad, bloqueos masivos de carreteras, u otras salvajadas radicales. El hecho es que estos cambios han transformado el mapa económico mundial. El reto es vivir con ellos, y siguiendo los ejemplos de China o India, sacares máximo provecho.
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