La ocasión de don Benito

EUA

Nadie sabe con exactitud cuando nació, pero el hombre más viejo del mundo murió hace dos semanas. Benito Martínez Abrogán falleció en Cuba a los 126 años de edad. Llegó al mundo por 1880, en esas fechas Porfirio Díaz era presidente de México y Thomas Alba Edison descubrió el foco eléctrico. Cuando Fidel Castro llegó al poder, don Benito ya traía a cuestas 79 primaveras. Frente a sus ojos desfilaron tres siglos.

Nació en Haití pero emigró a Cuba en 1925. Hombre de campo, don Benito trabajó cortando caña la mayor parte de su vida. El hombre más veterano de nuestra especie explicaba su longevidad como consecuencia de su soltería crónica. Nunca se casó, pero buscó con afán la proximidad del sexo opuesto. Otro de sus secretos para alcanzar la edad de Matusalén, era no hablar mal del prójimo y vivir sin engañar a nadie. Su dieta era a base de yuca y manteca de cerdo. Dejó de fumar a los 108 años y visitó por primera vez al médico ya bien pasado su centenario. Una excelente memoria lo acompañó hasta el final de sus días. La vejez tampoco le diezmó la vista y el oído. La revista británica The Economist y varios periódicos del mundo escribieron inspirados obituarios en su memoria.

Hoy es una noticia global la muerte de un anciano que vivió 126 años. ¿Lo será en el futuro? Según datos de la ONU, actualmente en el mundo hay más de 210 mil personas con más de un siglo de edad, en el 2050 serán 3.2 millones. Imagine una ciudad más o menos del tamaño de Monterrey habitada por personas con más de una centuria de vida. En México, en el 2006, hay más de 8 mil 500 personas mayores de 100 años, en el 2050 se espera serán más de 70 mil. Si en las próximas décadas la ciencia médica avanza en su lucha contra el cáncer, el número se puede multiplicar. Cada año que pase, la longevidad de personas como don Benito dejará de ser novedad.

El envejecimiento global de la población representa un desafío y una oportunidad para México. Para el año 2010, en Estados Unidos habrá más de 40 millones de personas mayores de 65 años, en el 2050 serán más de 80 millones. La transición demográfica de la población mexicana comenzará dentro de 30 años. Tenemos tres décadas para aprovechar la ventana de oportunidad. Nuestro vecino requerirá de un ejército de geriatras para atender a este importante sector de la población. Ante esta transición demográfica existen dos opciones: exportar enfermeras mexicanas o importar viejitos gringos. Una enfermera en Estados Unidos gana 3 mil 500 pesos diarios, en México ganan 5 mil pesos al mes.

Lo ideal para México sería crear las condiciones idóneas para que un jubilado en Boston añore pasar sus años dorados en nuestro país. Si México logra convertirse en un destino seguro y atractivo para los jubilados de América del Norte, el envejecimiento de nuestros vecinos representará un motor de desarrollo para nosotros. Una de las claves de la prosperidad de España en las últimas décadas es que se ha convertido en el lugar de retiro para millones de pensionados europeos. La edad de jubilación en Estados Unidos es de 65 años y el promedio de vida rebasa los 80 años. En la etapa después del retiro, las personas viven de sus pensiones y sus ahorros. Dónde les rendiría mejor ese dinero a los contemporáneos de don Benito, ¿en Florida o en Guerrero? Dónde hay mejor clima, ¿en Chicago o en Oaxaca?

Los costos de nuestra economía, el buen clima y la posición geográfica nos dan enormes ventajas comparativas. Sin embargo, también tenemos impedimentos monumentales para aprovechar el envejecimiento promedio de nuestros vecinos. Será casi imposible convencer a un pensionado de Nueva York de que se mude a una ciudad del Pacífico mexicano donde hay una sangrienta batalla entre narcotraficantes. Oaxaca se hunde entre la anarquía de los movimientos sociales y la negligencia de la autoridad ¿Quién quiere jubilarse en la tierra de la APPO y Ulises Ruiz?

La ineptitud del Estado mexicano para imponer la legalidad es la peor amenaza a nuestro desarrollo. Las oportunidades pasan frente a nuestros ojos, como los siglos ante la mirada de don Benito.

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