Con un partido dividido y apenas un puñado de seguidores en sus últimas marchas, López Obrador se corona como el gran triunfador de una reforma petrolera cuyos negociadores estuvieron dispuestos a aceptar todo lo que se les pidió (salvo unas últimas palabras). El triunfo de López es espectacular aunque él lo presente como un fracaso, mientras que los auténticos perdedores celebran su derrota. A estas alturas, el presidente Calderón y los partidos políticos juegan un juego fundamentalmente electoral en el que tratan de presentarse en el 2009 como los impulsores de una nueva etapa de reformas. El juego de López Obrador es de más largo aliento, él apuesta a montarse en movimientos sociales y llegar al 2012 como la encarnación de “La Oposición”. Aunque en el corto plazo la sustancia de las modificaciones legales sea secundaria y todo mundo pueda proclamarse un “exitoso reformista”, el presidente Calderón y el partido que herede la Presidencia cosecharán en 2012 los magros frutos de la reforma petrolera que sembraron ésta semana.
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