La preocupante subestimación de la inseguridad como riesgo económico.

Salud

El 11 de octubre, en el marco de las reuniones de los Consejos de Gobernadores del Fondo Monetario Internacional (FMI) llevadas a cabo en Washington, el secretario de Hacienda, Luis Videgaray, expuso que, si bien la inseguridad puede afectar negativamente la atracción de inversiones, la situación actual no descarrilará el curso de la economía mexicana. Los argumentos del funcionario versaron sobre la estabilidad macroeconómica y el panorama favorable que, según él, vislumbran las reformas estructurales. No obstante, aunque la economía mexicana pudo transitar medianamente bien el sexenio de Felipe Calderón, a pesar de haber estado marcado por la violencia, la crisis financiera mundial de 2008-2009, además de múltiples calamidades como la influenza AH1N1 y graves periodos de sequía, en la actualidad se enfrenta un reto distinto. La evidente contaminación del Estado mexicano por el crimen organizado abre una vertiente inusitada para la imagen de la nación frente a los capitales extranjeros. ¿Cómo va a poder sostener la administración Peña la imagen del “momento mexicano” si los medios internacionales ya hablan más bien de la “narcopolítica mexicana”?
Los grandes inversionistas extranjeros están acostumbrados a hacer negocios en condiciones mucho menos favorables que las actuales en México, asumiendo los costos de mayor seguridad si las inversiones siguen siendo rentables. Las grandes petroleras del mundo no dejarán de buscar invertir en las aguas profundas mexicanas por más que haya descubrimientos de fosas con decenas de cadáveres. Por lo menos así podría intuirse con sus antecedentes de operación en países inmersos en guerras civiles, epidemias y dictaduras. Asimismo, es muy factible que la rentabilidad de su negocio les proporcione suficiente margen de maniobra como para buscar proteger sus instalaciones en tierra de posibles afectaciones del crimen organizado como podría ser la ordeña de ductos. Las empresas de mayor tamaño son capaces de sostener las afectaciones del crimen organizado y de la corrupción, siempre y cuando les interese hacerlo –como se supone sería el caso de sectores como el energético o el minero.
Sin embargo, si los cálculos hacen demasiado costoso invertir en México, las opciones de inversión alrededor del mundo ofrecen a las corporaciones una baraja de posibilidades donde la carta mexicana podría ser crecientemente desechada. De esta manera, si el gobierno continúa desestimando la gravedad que implica tener un estado de derecho endeble y en deterioro como si nada fuera de lo común estuviera ocurriendo, esto podría tener fuertes impactos sobre las expectativas de crecimiento producto de las reformas y en las aspiraciones electorales del partido en el poder. Incluso el control clientelar y la política “a billetazos” tienen un límite.
A pesar de estas alertas, el gobierno parece seguir confiado en que la inversión extranjera fluirá a cántaros y que la estabilidad macroeconómica del país es suficientemente sólida para solventar sus problemas. Con una caída importante en los precios del petróleo y la política de endeudamiento que ha tomado el gobierno desde el año pasado, sería sensato que el gobierno tuviera por lo menos un plan B. De hecho, más allá del potencial del sector energético, cuyo horizonte es siempre de largo plazo, la situación económica mundial no augura un entorno favorable y menos si el manejo macroeconómico interno sigue incurriendo en un déficit creciente.
La estabilidad macroeconómica de un país se diluye rápida e inevitablemente cuando su principal fuente de ingresos se reduce. La estrategia del gobierno actual consiste en gastar –inclusive endeudándose— para alcanzar sus objetivos. No obstante, la inseguridad rampante lo está carcomiendo todo. Con un mercado interno incipiente y costos de operación –energéticos, logísticos, burocráticos y de capacitación –que se reducen en Estados Unidos mientras que aumenta el riesgo de invertir en México, ¿qué tiene el país para ofrecer certidumbre a la inversión en un entorno donde se desconoce el nivel de infiltración del crimen organizado en todos los órdenes de gobierno? Ojalá la Secretaría de Hacienda tenga una buena respuesta a la interrogante que presenta el impacto de la “narcopolítica” en la inversión extranjera, si no quiere que el “momento mexicano” se convierta en el “engaño mexicano”.

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