El pasado domingo 19 de mayo, el Partido Acción Nacional (PAN) llevó a cabo por primera vez en su historia, una elección abierta a la militancia para elegir a su dirigente nacional. Con el 56.76 por ciento de los votos, Gustavo Madero obtuvo su reelección y da inicio a su segundo periodo de gestión al frente del partido blanquiazul. Sin embargo, la contienda interna del PAN dejó entrever una estructura partidista endeble y muchas fisuras por resanar. Para comprender el panorama en su totalidad, vale la pena reflexionar: ¿cuál es el efecto del capítulo de la elección abierta por la dirigencia y cómo delinea el futuro del PAN?
En primer lugar, no queda claro que la reforma estatutaria que llevó a cabo el PAN en el 2013 para extender la votación de su dirigencia a todos sus militantes coadyuvara al surgimiento de un liderazgo beneficioso para el partido sino que, por lo contrario, acarreo un escenario comprometedor para su futuro político. El ahora “flamante” presidente del PAN, tras haberse suscrito al Pacto por México, disponía de los recursos para mantenerse al frente de la contienda electoral por lo que, lejos de fortalecer el ejercicio democrático al interior del partido, las condiciones bajo las cuales se llevó a cabo la disputa electoral evidenciaron un proceso inequitativo.
Más aún, los resultados de la elección también permitieron advertir que, si bien Madero se mantuvo al frente del partido, actualmente, 4 de cada 10 panistas reprueban su liderazgo y que además, en dos de los estados donde se avecinan comicios para gobernador, y en dónde el panismo tiene posibilidades reales de recobrar el gobierno –como la de Querétaro y San Luis Potosí—, hubo preferencia por el “corderismo”. Con todo, en la democracia el ganador es el ganador y Madero obtuvo un margen suficientemente grande de votos como para actuar con plena legitimidad.
Por si esto fuera poco, en cuanto a la percepción general de la ciudadanía, los dos meses de acusaciones y descalificaciones que caracterizaron la campaña de los aspirantes, aunado a los escándalos de corrupción al interior del partido, han deteriorado sobremanera la opinión que se tenía del PAN, el cual desde su fundación se había distinguido por llevar a la práctica política valores como la honradez y la congruencia, mismos que estuvieron ausentes durante los dos sexenios en que el partido ocupó la Presidencia de la República.
Si bien el periodo de Gustavo Madero como dirigente nacional será relativamente corto (tan sólo un año y medio), este lapso será de suma importancia para que el PAN logre construir liderazgos y recuperar capital político. Actualmente, quedan aún por atender algunas discusiones en materia de reglamentación de las reformas de 2013, así como las negociaciones del paquete fiscal del año entrante, con lo cual, de dar los pasos en la dirección correcta, podría verse reflejado en un aumento de la representación panista en la Cámara de Diputados en las elecciones de 2015. Aunado a esto, en 2015 también se celebrarán las elecciones para gobernador en los estados de Nuevo León, Querétaro y San Luis Potosí, estados en los que el PAN podría recuperar terreno político.
Es ineludible la tarea que Madero tiene ahora de trabajar en la reunificación del partido si quiere aprovechar las oportunidades para recuperar fuerza en 2015. A pesar de mantener el control de los recursos del partido, la facción rival de Cordero deberá ser participe en el dialogo, dado el peso importante que aún mantiene en el Senado. No obstante, la renovada dirigencia tras el proceso electoral difícilmente significará que observaremos un golpe de timón en su estrategia política, más bien se podría advertir que seguiremos viendo los mismos rostros y aún menos consensos entre las facciones del partido. Por el momento, la pregunta que queda en el aire es: ¿cuál será la estrategia del chihuahuense para reconciliar a los militantes de un partido que parece irremediablemente fracturado?
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