La improvisada respuesta de las autoridades ante la explosión del viernes pasado puso en evidencia la vulnerabilidad de la Ciudad de México, que se creía a salvo de este tipo de amenazas. El que la bomba haya explotado antes de tiempo llevó a que circularan un sinnúmero de versiones a partir del suceso, demostrando la falta de una estrategia de comunicación oficial en este tipo de situaciones. Hoy todo parece indicar que la autoría es del narcotráfico e incluso, tanto el hecho como el manejo mediático que se le dio, pone el reflector en la posible compenetración del narco en los cuerpos de seguridad. El suceso además abre nuevas líneas de acción para que el narco adopte métodos de intimidación que parecían propios de la guerrilla. Sin embargo, lo peor que podríamos tener sería un narcotráfico ligado al terrorismo.
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