Una vez concluidos los procesos electorales de este verano incluso aquellos actores políticos que antes de elecciones se manifestaban reacios coinciden en la necesidad de concretar las reformas pendientes. El verdadero objetivo de este discurso reformista es minar las críticas que se dirigen a quien detiene dichas reformas. En realidad, las circunstancias permiten presumir que al final del día poco se concretará durante el siguiente año en el legislativo.
En la lógica del PRI, cada vez más alineada con la del Gobernador Peña Nieto por la expectativa de poder, no es conveniente realizar modificaciones estructurales que alteraran el statu quo porque este beneficia a quien encabeza las preferencias electorales. Además, si el PRI considera que una ventana para aprobar reformas con las que operaría de ganar la Presidencia se abre después de la elección de 2012, por la presión que podrían ejercer sobre el Ejecutivo, hay pocos incentivos para realizar cambios ahora.
Sin embargo, la oportunidad a las modificaciones en el legislativo, si bien menores, existen. Una posibilidad se abre si el PRI ve que en la aprobación de una reforma no se beneficia a algún aspirante serio a la candidatura presidencial de otro partido; si no se crea la oportunidad para que López Obrador canalice el descontento ante la aprobación de alguna reforma, como podría ser el caso de la laboral y; si en su dinámica interna, consolida la candidatura de su principal aspirante al brindarle una opción de salida a su competencia interna, al Senador Beltrones otorgándole la reforma política que ha abanderado.
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