Los primeros 90 días del resto de nuestras vidas

Educación

Hace poco más de 90 días en país estaba en vilo, hoy vive una especie de sopor luego de la histeria colectiva en la que voluntaria o involuntariamente nos vimos atrapados. Es fácil ahora encajonar los eventos desafortunados de nuestro proceso electoral en un lugar de la memoria al que no quisiéramos acudir y pretender que el país marcha. Y lo hace, pero no por un camino que nos de viabilidad en el largo plazo. Lo que está administración logré en el transcurso de los siguientes años será determinante de nuestro porvenir. La responsabilidad es abrumadora en tanto que no se limita simplemente a administrar el statuo quo, sino transformarlo estructuralmente. Es a partir de este rasero que deben ser evaluados los primeros tres meses del presente gobierno.

Los logros del gobierno de Felipe Calderón no pueden ser menospreciados. En primera instancia, el presidente logró asumir el cargo, algo que no era evidente hace tan sólo unas semanas. Y sus primeras acciones han estado encaminadas a mandar un mensaje claro: el estado existe y su autoridad no se verá amagada por la amenaza velada o manifiesta de los poderes fácticos. Esta primera intención –que todavía tiene que traducirse en resultados- resulta fundamental: es a partir de la reconstrucción de esa autoridad, tan dañada y disminuida, que el gobierno puede dar la batalla por la transformación del país. Esta es una precondición para desplegar un proyecto de gobierno que pretenda dejar un legado.

En estos noventa y tantos días, sin embargo, todavía no es del todo evidente hacia dónde quiere encauzar sus esfuerzos este gobierno. Sin duda, sin los hilos del poder y la autoridad, la pretensión de emprender cualquier cambio sustantivo resultaría ilusorio. Pero cuáles son las batallas que este gobierno quisiera dar. Fuera del anuncio de diversos programas, todos ellos encomiables, este gobierno no transpira un ánimo transformador, un ánimo reformista dispuesto a romper con los nudos que nos mantienen en el letargo. No son necesarias medidas estruendosas, los “quinazos” que más de uno esperaba al inicio de este gobierno, pero sí claridad de miras de lo que el país necesita para dar un salto cualitativo, para darle al país una oportunidad de subirse al tren de la generación de riqueza que estamos viendo pasar con los brazos cruzados.

El gobierno llegó con un complejo que le llevó a proclamar que sus políticas rebasarían por la izquierda. Muchos de los recientes programas emprendidos parecen atender esta lógica. Pero ya va siendo hora de que este gobierno defina su propia identidad y haga sus apuestas. Es hora de atreverse, de pensar en grande. Este gobierno puede salir bien librado administrando el statuo quo, pero habrá cerrado oportunidades que hoy todavía existen pero que en unos años estarán canceladas. Por qué no centrar los esfuerzos en torno al tema educativo. Por qué no platear una revolución en ese ámbito que quizá consuma energías y el capital político de este gobierno pero cuyo legado será apreciado y agradecido generación tras generación. Es tiempo de actuar.

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