Manuel Mondragón y Kalb: un operador de transición.

Presidencia

Este lunes 17 de marzo, Manuel Mondragón y Kalb presentó su renuncia como titular de la Comisión Nacional de Seguridad (CNS). Múltiples son las especulaciones respecto al hecho, las cuales van desde desencuentros al interior del gabinete de seguridad, controversias respecto al próximo lanzamiento de la Gendarmería Nacional (anunciada por Mondragón para concretarse en junio), hasta el agotamiento (tal vez más político que físico) del mismo ex jefe de la policía de la Ciudad de México. Ahora bien, independientemente de hipótesis –unas más cercanas a la realidad que otras—y teorías conspirativas, lo cierto es que la encomienda de Mondragón tenía una temporalidad finita y corta: fungir como un operador de transición en el desmantelamiento del engendro conocido como Secretaría de Seguridad Pública Federal (SSPF).
El contexto bajo el cual Mondragón asumió la titularidad de la CNS era complejo. Entre las primeras decisiones de gobierno, el presidente Enrique Peña extinguió la SSPF y trasladó la mayoría de sus funciones a la Secretaría de Gobernación (SEGOB), tal como operaba antes de la llegada del PAN a Los Pinos. Dicho reordenamiento institucional encaró dos problemas fundamentales. En primer lugar, bajo el gobierno de Felipe Calderón, la SSPF se había erigido como una especie de “secretaría prima” y su titular, Genaro García Luna, pareció adquirir un carácter de “esencial” en la operatividad de la política de seguridad del país. De hecho, en algún momento se insinuó la posibilidad de darle continuidad en el cargo a dicho funcionario. Por supuesto, la experimentada clase priista conoce bien que en política no hay indispensables y los cambios no tuvieron vuelta de hoja. Era crucial diferenciarse de la tan criticada estrategia de la anterior administración federal. En segundo lugar, el cambio requería dar resultados en muy corto tiempo, no necesariamente de fondo, aunque sí en las formas: operaciones policiacas sin escándalos (en los eventos violentos del día de la toma de posesión no salieron las cosas del todo bien, pero podría decirse que la gestión de Peña apenas daba inicio), mayor efectividad en el manejo de la información (la inseguridad no ha disminuido, aunque ha desaparecido de las primeras planas), y el abandono del tema de seguridad como “punta de lanza” de las acciones mediáticas del gobierno.
El exitoso historial como administrador de la violencia cuando estuvo encargado de la seguridad pública de la entidad bastión de la izquierda—el Distrito Federal—, hacía de Mondragón un candidato ideal para la CNS, tomando en cuenta aparentes criterios de efectividad operativa e inclusión política. Basta recordar cómo su ratificación al frente de dicha dependencia por el Senado transcurrió sin mayores complicaciones (115 votos a favor y 2 abstenciones). No obstante, en el análisis, habrá que ser cautelosos acerca de esa imagen como “campeón del control de la inseguridad”, sobre todo porque la “paz” de que gozó la capital del país durante su gestión al frente de la policía, era relativa comparada con el desastre reinante en el resto de México. Asimismo, en lo concerniente a la inclusión política, Mondragón no representa ni por asomo a la izquierda (algo similar a lo que pasa con quien fuera su mancuerna en el tema de seguridad y procuración de justicia en el sexenio de Marcelo Ebrard en el D.F., Miguel Ángel Mancera). Pero como una imagen construida suele valer más que mil análisis, el nombramiento de Mondragón fue lo políticamente correcto en su momento.
Ahora bien, la pregunta fundamental tras la salida de Mondragón es si en efecto existe un proceso de construcción de las instituciones de seguridad. Si la estrategia de seguridad sigue dependiendo de la personalidad de un funcionario, la institucionalidad será sólo una parte del discurso. Los individuos deben ser operadores de las instituciones, no las instituciones en sí mismos. En este sentido, la designación de Monte Alejandro Rubido García –un profesional de la inteligencia y la seguridad, ex titular del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública (SESNSP) y, por personalidad, no protagónico- para reemplazar a Mondragón, abre la posibilidad de avanzar el desarrollo institucional de la CNS y del aparato de seguridad pública en general. La pregunta es si ese es su mandato o si, simplemente, era la persona idónea en el momento adecuado.

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