Los cambios en la fuerza de trabajo en Estados Unidos y las tendencias en diversas industrias ofrecen oportunidades para mexicanos que quieren migrar, pero también para empresarios y emprendedores locales. Hasta ahora los diversos actores en México (gobierno y empresas) han sido poco proactivos y estratégicos en buscar cómo se puede obtener una mayor integración económica basada en servicios de alto valor agregado, pero aún se está a tiempo de cambiar el rumbo.
Estados Unidos comienza una transformación importante cuya tendencia es irreversible. Las causas: el retiro de la generación de los baby boomers que, si bien se retrasó un par de años por la crisis, hoy es una realidad. De hecho, en la pirámide poblacional de nuestro vecino, cada vez habrá menos personas jóvenes proporcionalmente, lo que además traerá consigo altos costos de producción debido a los planes de pensiones.
Estos cambios en la estructura de la pirámide poblacional llevarán a los hispanos, que en el año 2008 representaban 14.3 por ciento de la fuerza laboral, a que constituyan 17.6 por ciento 10 años después. En este contexto, hoy podemos ya saber que existen oportunidades interesantes, en ambos lados de la frontera, para quienes tengan esquemas innovadores en materia de capacitación, certificación y tramitología.
De acuerdo con las proyecciones del Departamento de Trabajo de Estados Unidos, sabemos que de aquí al 2018 la economía de nuestro vecino del Norte necesitará más transportistas, maestros, enfermeras, dentistas, veterinarios, consultores de negocios y menos agricultores, maquinistas, capturadores de datos y carteros, por ejemplo.
Un caso interesante es el de la escasez de enfermeras. Hoy en día esa demanda está siendo atendida por otros grupos, por ejemplo, personas de Filipinas, quienes saben inglés, poseen una buena cultura de servicio y, probablemente, tiene menos exigencias laborales que sus contrapartes estadounidenses. México está en una posición ideal para atender esta incipiente demanda.
Por otra parte están las oportunidades de desarrollar sectores específicos en México. Se ha comenzado ya a ofrecer servicios médicos principalmente a ciudadanos estadounidenses que no tienen seguro. Un estudio publicado en la revista Pan-American Journal of Health encontró que en el estado de Nuevo México, 37 por ciento de las personas que no tenían seguro se trasladaban a México para recibir atención médica. Sin embargo, hoy ya hay empresas en Estados Unidos que cubren los costos de servicios otorgados a sus empleados al sur de la frontera.
El gremio de los dentistas es otro buen ejemplo: sus honorarios en México representan entre una cuarta y una quinta parte de lo que se registra en Estados Unidos. Esto se explica por los salarios más bajos y menores costos de operación (entre los que destaca el no pagar seguros por malpraxis profesional). Y si bien pudieran existir, desde la perspectiva de los ciudadanos americanos, mayores riesgos a la salud al acudir al dentista o a cualquier otro servicio médico en México, la realidad es que estamos frente a una gran oportunidad. Para México esta realidad representa fuentes de empleo y para Estados Unidos, la posibilidad de tener servicios de calidad, a un menor costo, para su población.
En México la reacción a todas estas tendencias ha sido lenta. Habría que preguntarnos por los beneficios de una estrategia mucho más contundente, más clara, entre el sector público a nivel federal y estatal y el sector privado. Esto con el fin de que nuestra vecindad con la mayor potencia mundial siga generando sinergias positivas y oportunidades hacia el futuro.
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