Hace nueve meses quedamos atónitos con el decomiso de 205 millones de dólares en efectivo; se encontraron narcotúneles y toda una red logística al servicio del tráfico de drogas; se descubrió un sofisticado campo de entrenamiento para sicarios en Tijuana; con regularidad se catean y se vinculan a las redes del tráfico de drogas decenas de residencias de lujo; y se dejan al descubierto redes de corrupción y protección en las más altas esferas políticas. Estos destellos son la punta del iceberg del poder que ha acumulado el crimen organizado y de la dimensión del desafío para el Estado. La gran pregunta es si el embate gubernamental será suficiente para revertir este estado de cosas. De lo que no hay duda es que el gobierno ha avanzado en materia tanto de inteligencia como en poner al narcotráfico a la defensiva.
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