Ampliar la señal de Once TV a los estados, conformando una embrionaria “tercera cadena” de televisión en el país remite a los tiempos en que el Gobierno defendía su derecho a transmitir contenidos, en oposición o cuando menos distintos a los de las cadenas comerciales. La lógica es la misma que en aquel entonces: el Estado –entendido como cosa distinta del Gobierno– debe tener la capacidad para transmitir sus mensajes a la población de manera directa, sin la mediación de grupos empresariales que tienen agendas políticas y editoriales que muchas veces son contrarias a la gubernamental –y a las que, por otra parte, ya no se puede controlar pero sí se les pueden ofrecer incentivos comerciales. Recuerda también, toda proporción guardada, a la lógica de Chávez o a la de “Fox en Vivo, Fox Contigo”.
Un problema de esta visión es que parte del supuesto de que la población no conoce el mensaje íntegro y original del Gobierno, y que esa es la única explicación de que se oponga, rechace las acciones gubernamentales o decida entregarle su voto a otro partido. Si esta es la lógica detrás de la decisión de Once TV, es probable que como otros proyectos similares se tope de frente, eventualmente, con un diagnóstico equivocado.
Por otro lado, una decisión de esta naturaleza en un periodo en que en el horizonte político parece que todo tiene que ver con el rumbo electoral del país, no hace más que consolidar la percepción de que la administración del presidente Calderón está más concentrada en mejorar su posición y la de su partido rumbo a las elecciones, que en alcanzar acuerdos con otras fuerzas políticas que permitan resolver los problemas que aquejan al país.
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