Como parte de las decisiones que tomó el PAN tras su derrota en las elecciones presidenciales de 2012, dicho partido realizó lo que llamó “Proceso de Actualización, Refrendo y Depuración del Padrón de Adherentes y Miembros Activos”. Hasta un primer corte dado a conocer hace unos días, el padrón de adherentes –miembros con derechos restringidos y compromisos más que obligaciones—se redujo de manera dramática (89%). Sin embargo, es importante trascender los números para entender y poder evaluar el significado de lo que acontece en ese partido. Aunque el total de miembros –entre aquellos de pleno derecho (activos) y adherentes— disminuyó de casi dos millones a menos de medio millón, un indicador más real de cuál era la militancia participativa son los panistas que votaron en la elección interna para definir a su candidata a la presidencia de la República; ese número es bastante más cercano al que arrojó el proceso de refrendo. El PAN, como partido de cuadros, no de masas, tiene una cantidad relativamente baja de miembros de pleno derecho. En los últimos años, sobre todo en el contexto de las contiendas internas, muchos ciudadanos se adhirieron más como parte de estrategias e intereses electorales de corto plazo, y no por un compromiso con los ideales y el programa político-doctrinario del partido. En consecuencia, el hecho de que el PAN retorne a un número cercano a medio millón de miembros activos no hace sino restablecer el piso que caracterizó al mismo por décadas –cuando aún no era una opción fehaciente de acceso al poder. En este sentido, aunque en apariencia la significativa reducción del padrón panista podría resultar escandalosa, la realidad es que el partido retornó a lo que siempre fue.
Durante sus 12 años en el gobierno federal, el PAN se convirtió, entre otras cosas, en una opción laboral más que en una oportunidad de militancia partidista sustentada en doctrina, estatutos o valores. No obstante, en tiempos de la presidencia de Vicente Fox se vieron pocos esfuerzos institucionales por incrementar el padrón oficial panista. Esto habría de cambiar en el sexenio de Felipe Calderón, una persona mucho más comprometida con la vida y el prestigio del partido que su antecesor. A pesar de que nunca fue requisito afiliarse al PAN para ocupar algún cargo público, las dirigencias nacionales afines al calderonismo, en particular la encabezada en su momento por César Nava, emprendieron campañas formales e informales con el propósito de “facilitar” la incorporación de miembros adherentes. En palabras del propio Gustavo Madero, la gestión de Nava habría inflado artificialmente el padrón –si bien hay que recalcar que muchas de las afiliaciones, en especial las registradas en la campaña “Entra en @cción” de 2009, fueron anuladas posteriormente por no haber cumplido con la reglamentación establecida. El punto es que los dirigentes panistas en el calderonismo relajaron los otrora estrictos mecanismos de afiliación, y dieron lugar a que accedieran al partido miles de personas con poca o nula idea del verdadero significado del PAN como proyecto político, doctrinario y social. Al perder posiciones, no sólo a nivel federal, sino también en estados y municipios, Acción Nacional dejó de ser atractivo para el grueso de sus “neoafiliados”. En este sentido, parece no ser casual que las entidades con los niveles menos bajos de refrendo, sean aquellos donde o gobierna el PAN (Sonora, Guanajuato, Baja California y Puebla), o el partido ha ido ganándole terreno al PRI por las circunstancias locales (Nuevo León).
De cara a su XVII Asamblea Nacional Extraordinaria del próximo 16 de marzo, el PAN sí puede decir que cuenta con un padrón depurado y que quienes están tienen un compromiso mayor con el partido (idealmente). Si se es optimista, Acción Nacional tendrá una base sólida para reconstruirse, aunque ésta sea reducida. Sin embargo, el mayor reto para ese partido no es preocuparse por el número de sus militantes, sino volver a honrar uno de los preceptos de su fundador Manuel Gómez Morín, quien alguna vez señaló: “…la ‘primera y radical victoria’ del [PAN] sería ‘la rehabilitación moral de la política’”. Tras su paso por el gobierno, poco queda de esa frase.
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