Las últimas semanas no han sido buenas para la maquinaria electoral del PAN. Primero, en Aguascalientes, se descubrió que el candidato panista a la gubernatura –enfrentado con el gobernador actual, emanado de su propio partido– estaba inhabilitado. La fractura, tanto en el panismo local como entre el gobernador y el CEN del partido, evidencia la incapacidad del PAN para solucionar eficientemente sus diferencias al interior y augura pocas probabilidades de que gane la elección.
En Yucatán, donde se renuevan municipios y Congreso local este fin de semana, el partido optó por denunciar el proceso electoral, acusando una “elección de Estado” e incluso, en voz de la candidata a la Alcaldía de Mérida, Beatriz Zavala, llegando al extremo de solicitar la intervención del Ejército. Estas acciones están encaminadas, por un lado a desprestigiar la elección, y por otro lado a quitarse responsabilidad por la derrota. El fondo del problema para el PAN está en la ausencia de cuadros que lo llevan a optar por candidatos poco competitivos.
Una eventual derrota en Yucatán pondría al PAN y a César Nava en una posición complicada de cara a las elecciones restantes. Al interior del partido, fortalece los argumentos de quienes no comparten la visión de Nava y califican su gestión de torpe. Todo esto a unos días de celebrarse el Consejo Nacional del PAN, donde se habrán de elegir 300 miembros de Consejo que tendrán bajo su responsabilidad la designación del líder del partido a finales de 2010.
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