Luego de su derrota en las recientes elecciones generales, el PAN enfrentará grandes retos de reconfiguración. El partido en el gobierno no sólo colocó a su candidata a la presidencia en tercer lugar en la votación, sino que perdió Jalisco y Morelos tras más de una década de estar al frente de sus administraciones, y con una fuerza reducida (de alrededor de 116 curules) en la Cámara de Diputados, apenas superior a la de PRD (y menor a la de las tres fuerzas de izquierda si actúan de manera coordinada, y segunda en el Senado (con poco menos de 40 escaños). Como afirmó el presidente Calderón, este resultado tiene raíces multifactoriales: desde el desgaste natural de la acción de gobierno, hasta la cosecha de malas decisiones en todos los niveles del partido. Además, otros factores como la falta de un rumbo claro, la carencia de formación de cuadros, y las pugnas internas entre las corrientes panistas, han resultado en este 2012 en una caída mayúscula –parafraseando al dirigente blanquiazul, Gustavo Madero. Esto requerirá de la toma de importantes medidas con miras a reformar al partido para poder nuevamente aspirar al poder. Para el PAN el verdadero reto no es, como afirman muchos de sus integrantes, de retornar a su pasado, sino de hacer exactamente lo opuesto: dejar de ser un partido de oposición (su naturaleza al nacer) para convertirse en una institución con vocación de poder y con cuadros capaces de sustentarla.
Sin mayor preámbulo, el PAN se enfrentó a su primera gran disyuntiva tras la derrota: ¿qué postura tomar ante las acusaciones de supuesto uso indebido de recursos por parte del PRI (las cuales, de hecho, ellos iniciaron con el llamado caso Monex). A este respecto, los panistas tardaron demasiado en pronunciarse y, cuando lo hicieron, no fueron claros ni contundentes. No obstante, esta estrategia deja entrever que Acción Nacional podría estar “vendiéndole cara” la legitimidad a Enrique Peña, sin necesariamente ponerla en riesgo. Otro de los asuntos que el PAN deberá definir es el papel que desempeñará en el Congreso al ser nuevamente oposición. Existe la posibilidad de que colabore con el Ejecutivo para aprobar las reformas estructurales que los propios panistas han proclamado como urgentes o que, por el contrario, funcionen como un freno a las mismas tal y como el PRI lo hizo durante los sexenios panistas. Parte del voto diferenciado que vimos a favor de los candidatos a legisladores del PAN, en particular en el norte del país, pudiera interpretarse como una señal del electorado sobre que ese partido podría fungir bien como contrapeso de la Presidencia priista. Un elemento más a considerar será cuál de los grupos internos tomará el control -y la dirigencia, de ser el caso- del PAN. Al revisar quiénes quedaron en las principales posiciones legislativas y a juzgar por la buena imagen que conserva el presidente Calderón en las cúpulas partidistas, el grupo del primer mandatario mantendrá su vigencia y fortaleza en el partido. Si esto ocurre, el ejercicio de autocrítica será vital si en verdad se pretende reconstruir a Acción Nacional con éxito. Por otra parte, la forma en que funciona la Presidencia en México, con todo el séquito mediático que la acompaña (elemento que tiende a elevar la visibilidad del ejecutivo federal) hace imposible determinar la verdadera popularidad del presidente saliente. Sus declaraciones respecto a la elección no abonan a una buena relación con la administración entrante de Enrique Peña Nieto, todo lo cual sugiere que la historia del propio PAN tomará tiempo en escribirse.
Lo cierto es que para Acción Nacional el panorama no luce nada despejado. El desgaste del ejercicio del poder los ha alcanzado, y los votantes han reflejado en las urnas su evaluación respecto a las dos administraciones federales anteriores. La derrota exigirá humildad para reconocer los yerros, fortaleza para emprender la reconstrucción y, sobretodo, cautela para no ensimismarse y encerrarse en interpretaciones dogmáticas que no permitan al partido adaptarse al entorno social del México contemporáneo. El Congreso y los pocos gobiernos locales y municipales que aún gobernarán deberán funcionar como la plataforma desde la cual el PAN vuelva a erigirse como un partido con una postura e ideología clara y, sobretodo, congruente con la realidad del país y con sus propios principios. Sin embargo, el principal reto del panismo será reposicionarse como una opción de gobierno: algo que no sólo no es natural para el PAN, sino que entraña una verdadera revolución.
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