Al aferrarse a su jefe de policía, Ebrard ha mantenido viva una crisis que ya contaminó a su procurador. Las opciones futuras de Ebrard no son buenas: el desgaste de su imagen pública continuará mientras sigan surgiendo evidencias de malos y torpes manejos en el caso, y -cuando el interés de los deudos y el público comience a decaer- Calderón podría despedir a su procurador y jefe policiaco por incompetentes. Más aún, el Senado podría llamar a cuentas al mismo Jefe de Gobierno. El caso del News Divine ha dejado al orgulloso perredista en donde menos quería estar: en manos de Calderón y Beltrones. Pero ninguno se ha apresurado a hacer del perredista un mártir. Ambos –junto con López Obrador, que medra con la desgracia de Ebrard– lo están dejando arder a fuego lento. Como hace diferencia una semana en política.
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