La licencia solicitada por Andrés Manuel López Obrador al PRD se inscribe en una larga serie de episodios que han confrontado la estructura de fuerzas del partido, y vislumbra, más que la ruptura definitiva, la continuidad de la confrontación. La solicitud de licencia responde a la aceptación del Consejo Político Nacional del partido a realizar una consulta popular para la formulación de una alianza con el PAN en la elección del Estado de México. La votación es significativa, tanto por sus consecuencias para la consolidación de una eventual alianza, como para la vida interna del PRD rumbo a la renovación de su dirigencia porque expresa numéricamente el apoyo con el que López Obrador cuenta dentro del Consejo del partido, el 36%.
En vista de que los números en el Consejo no le favorecen, la amenaza de López Obrador –herramienta sistemática en su estrategia– va en dos sentidos: tener que enfrentarse a él en el Estado de México, además de a Peña Nieto; y hacer presión para que la nueva dirigencia del PRD no quede en manos de los chuchos. Es decir, la amenaza en realidad no pasa por renunciar del todo al partido. Y por otro lado, la dirigencia del PRD tampoco parece considerar seriamente expulsarlo. El factor clave es el tiempo. Es posible que si la actual dirigencia hubiera expulsado a López Obrador cuando tuvo oportunidad de hacerlo –al hacer campaña a favor de otro partido en elecciones previas– hubiesen tenido tiempo de consolidar su postura y, quizá incluso, la del candidato a la Presidencia que desean apoyar. Sin embargo, aun año de la elección presidencial el tiempo favorece a López Obrador, pues la ruptura que ocasionaría su expulsión dejaría al PRD con nulas posibilidades de éxito en 2012.
Esta constante confrontación en el PRD puede remontarse a sus inicios. El partido se formó con un grupo que cobijaba un movimiento pragmático encabezado por Muñoz Ledo y uno ideológico en Cárdenas. Estas vertientes fueron compatibles en la medida en que buscaban la salida del PRI y llegar a la Presidencia. La situación ha cambiado mucho a lo largo de 20 años. Ni la ideología de López Obrador es la de Cárdenas, ni el pragmatismo de Ortega es el que manifestaba Muñoz Ledo. No obstante, sin haber llegado a la Presidencia, el desgaste de la ideología frente al pragmatismo es evidente. Por un lado, subsiste un puritanismo ideológico que se niega a establecer alianzas con el partido que, para él, es usurpador del poder. Y por el otro, el pragmatismo ha adquirido mayor importancia al acentuarse el éxito de las alianzas en los últimos años. Sin embargo, sin una visión clara, el pragmatismo del grupo de Ortega ha sido incapaz de sustituir la contribución ideológica de Obrador. Con una ideología intransigente y un pragmatismo incapaz, el PRD tendrá que seguir esperando para definir su cohesión y futuro.
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