La ineludible salida de Humberto Moreira de la presidencia del PRI, y la inminente llegada de Pedro Joaquín Coldwell a la misma, son decisiones pactadas al interior del partido y ejecutadas estratégicamente para minimizar costos electorales. El momento responde a varios factores, entre los que destacan, la consolidación de la alianza con el PANAL, la designación del candidato del PRI a la presidencia, y la toma de protesta de Rubén Moreira como gobernador de Coahuila. Sin embargo, independientemente de si este episodio tiene o no un efecto sobre la popularidad de Enrique Peña Nieto, el hecho tiene sus costos.
La designación de Moreira como presidente del partido respondía a una lógica electoral muy clara: él debía ser el personaje que desde su posición pudiera golpear a diferentes actores de la oposición y el Gobierno Federal y servir, además, como una especie de escudo para evitar que los golpes llegaran a Peña Nieto. Este papel difícilmente podrá ser ocupado por Coldwell. Como sustituto de la función electoral que jugaba Moreira, el partido tendrá que hacer uso de otros personajes que puedan, desde otros frentes, jugar el papel combativo que el nuevo dirigente no desempeñará.
Coldwell representa una opción políticamente correcta que difícilmente podría traducirse en una ruptura al interior del partido o convertirse en un escándalo como el de Moreira. Dada su cercanía a Manlio Fabio Beltrones, podría incluso propiciar su acercamiento a la campaña de Peña Nieto, en la cual Beltrones podría jugar un papel relevante desde el Senado en términos de agenda legislativa. No obstante, debido a que ya se han negociado las candidaturas y posiciones en las cámaras, tanto al interior del partido como con los aliados del PRI, el nuevo dirigente tendrá poco margen de maniobra.
La campaña emprendida por el PAN en contra de Moreira es muestra clara de la dinámica de los próximos meses, a la que podrían agregarse otros temas, incluidos los de las alianzas con el PANAL y el partido Verde. Falta ver hasta dónde es posible elevar los costos de los errores de Moreira y si esto se traduce en alguna responsabilidad legal para él. No obstante, si bien la estrategia por la que Peña Nieto optó con la salida de Moreira lo saca del problema, este no será el único incidente al que el PRI tendrá que responder. En el futuro podrían darse acusaciones que requieran de un posicionamiento más contundente e inmediato por parte del candidato.
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