Protesta TV

SCJN

Las marchas y los plantones son parte del paisaje urbano y del modus vivendi de nuestra ciudad. Los guías del Turibus que pasa por Reforma tienen que explicarle a los turistas porqué en la glorieta del ángel de la Independencia hay 100 señoras encueradas con una pancarta que dice: ¡400 Pueblos Exigen Solución! En los periódicos citadinos se anuncian los bloqueos y manifestaciones del día junto al pronóstico del clima.<>

El Distrito Federal es la caja de resonancia de todos los agravios políticos y económicos de nuestra república. Durante buena parte del siglo XX tuvimos un sistema político totalmente concentrado en la capital del país. El centralismo político tenía su espejo en el centralismo geográfico. Aquí se resolvían los conflictos electorales de un municipio en Tabasco y una disputa por tierras en el estado de Veracruz. Para hacerse escuchar había que peregrinar hasta el centro de la nación. Hoy han cambiado muchas cosas, pero las calles del DF aún son el manifestódromo de la patria.
Las libertades de expresión y manifestación son dos derechos constitucionales, pero el derecho al libre tránsito también está garantizado en la letra de la ley. Los estudiantes de la UNAM tienen derecho a protestar en contra de la presencia de porros en prepas y facultades. Tú y yo tenemos derecho a circular por Insurgentes sin que un contingente de manifestantes impida nuestro libre tránsito. ¿Cómo le hacemos para que el derecho a disentir en voz alta no sea una calamidad para el flujo vehicular?

Este conflicto entre la libertad de expresión y de tránsito no es exclusivo de la Ciudad de México. En Londres existe el Speaker’s Corner de Hyde Park desde hace 120 años. En una esquina de este parque de la capital británica, hay un cajón de madera donde cualquier persona se puede subir para dar un discurso sobre los temas cercanos a su corazón. Hace 125 años, en esa esquina de Londres, Carlos Marx tomó la palabra para denunciar la opresión del proletariado. En ese mismo lugar, la semana pasada, algún orador seguro denunció con vehemencia la invasión a Irak. Todos los londinenses, locales o visitantes, tienen pleno derecho a usar la palabra en la esquina del orador, pero si se quiere organizar una manifestación masiva hay que pedir permiso a los administradores del parque. Esto significa que el derecho a la libertad de reunión no es un derecho absoluto y está restringido por los criterios que impone la autoridad.

En Barcelona, adaptaron el Speaker’s Corner londinense a los avances tecnológicos del Siglo XXI. En seis puntos de la capital catalana hay cámaras de video a las que le puedes echar 50 centavos de Euro y te graban por un minuto. Después, las imágenes grabadas son transmitidas en la televisión local. Así, por una módica suma puedes salir en la tele y lamentarte porque tu novia te dejó, quejarte porque no pasó el camión de la basura o criticar la política macroeconómica del gobierno. El programa en la tele catalana lleva el desafortunado nombre de “Videomatón”.

En el DF, para resolver el problema de las manifestaciones podríamos combinar la tradición inglesa de libertad de expresión, la creatividad barcelonesa y aderezarla con algunos pasajes de la picardía nacional. Una versión chilanga del Speaker’s Corner televisivo no debería limitarse a un solo programa, sino a un canal entero con una programación dedicada exclusivamente a transmitir el descontento popular. Nuestro canal local podría llamarse “Queja-TV”, “La señal de la protesta” o “El canal de los agravios”. Neta, no es broma. Los trabajadores de la cooperativa Pascual que se quieran manifestar contra una sentencia de la Suprema Corte, en lugar de bloquear Avenida Pino Suárez, pueden solicitar una hora en la tele para defender su caso. Se pueden establecer algunas normas para las manifestaciones electrónicas: no se podrían anunciar productos o servicios y las mentadas de madre se suprimirían con un sonido de “bip” para evitar que se profane la castidad de nuestros oídos.

A cambio de salir en la tele, los manifestantes tendrían prohibido usar las vías de paso para realizar sus manifestaciones. Si quieren protestar en la calle tendrían que subirse a las banquetas y respetar el reglamento de tránsito como cualquier peatón sin causa. En muchas ciudades del mundo, los organizadores de manifestaciones tienen que negociar sus rutas y horarios con las autoridades de la ciudad. El derecho chilango a la “manifestación espontánea,” sin previo aviso, ni negociación con la autoridad es una característica singular de la anarquía defeña.

Protesta TV es una alternativa que puede resolver el conflicto entre el derecho de manifestación y el libre tránsito. El canal del encabronamiento sería la madre de todos los reality shows, como un Big Brother pero con “interés social”. Juan Villoro sostiene que México es el único país del mundo que tiene más manifestaciones que problemas. Si se abre un canal público de TV para canalizar las protestas masivas, talvez en el futuro tendríamos un problema de tráfico menos e inventaríamos un nuevo género de manifestación electrónica.

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