¿Puede el PAN renacer en el Distrito Federal?

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Probablemente una de las peores debacles de Acción Nacional en 2012 fueron los resultados electorales obtenidos en el Distrito Federal. Su candidata al Gobierno del D.F. (GDF), Isabel Miranda, obtuvo un mínimo histórico porcentual para el panismo de 13.6%, casi 50 puntos abajo del ganador de la contienda, Miguel Ángel Mancera. Asimismo, el PAN sólo fue capaz de triunfar en 2 de los 40 distritos de mayoría para la Asamblea Legislativa (ALDF) y en una de las 16 delegaciones. Por si fuera poco, con excepción del distrito XX, donde el aún senador y próximo coordinador parlamentario en la ALDF, Federico Döring, ganó con relativa comodidad, las victorias de Jorge Sotomayor en el distrito XIV y de Jorge Romero en Benito Juárez tuvieron márgenes inferiores a los 500 votos. Sin considerar que sufrió un desgaste significativo en todo el país, el PAN ha experimentado un debilitamiento constante en el D.F. conforme el PRD ha ido perfeccionando la estructura clientelar que heredó del PRI hace 15 años.
¿Cuáles son entonces los retos para ese partido si en verdad pretende volver a ser competitivo en la capital?
Ante los pobres dividendos de la elección del 1 de julio, el PAN emprendió un proceso de reflexión que intenta hacer un diagnóstico sobre las causas y eventuales rutas de recomposición del partido en el D.F. (un esfuerzo que se replica para cada uno de los estados del país). Sin embargo, la experiencia reciente de esta clase de ejercicios del panismo se han caracterizado por el exacerbamiento de los enconos entre los grupos internos en la repartición de culpas, amenazas de depurar los padrones de militancia y cortar cabezas directivas, y quejas de impotencia frente a las maquinarias políticas de sus adversarios (de la perredista en el caso particular de la capital). En esta ocasión, se suma un elemento que, si bien no es nuevo, no se señalaba de forma abierta: los yerros derivados de la intervención e influencia del presidente Calderón y sus allegados en la dinámica interna del partido. No obstante, independientemente de la justicia o no de culpar de las derrotas a determinados actores dentro del panismo, este partido enfrenta conflictos estructurales e, incluso, ideológico-generacionales.
El PAN en el D.F. ha ido haciendo implosión. En 2000, impulsados en buena medida por el efecto Fox, Santiago Creel pudo alcanzar una votación cercana al 35 por ciento como candidato al GDF y el panismo ganó 6 delegaciones (casi 7 con el estrecho margen en Gustavo A. Madero) y la mitad de los asientos de mayoría en la Asamblea Legislativa. Desde entonces, el blanquiazul ha tenido cada vez más dificultades para conquistar al electorado de la ciudad más extensa, poblada y diversa de México. Gestiones cuestionadas de algunos delegados, defecciones hacia otros partidos, falta de liderazgo y decisiones equivocadas desde el Comité Directivo Distrital parecerían las contrariedades más evidentes. Empero, podría existir una cuestión de mayor fondo que no se resolverá ni con el más carismático de los líderes. El panismo capitalino, sobre todo a través de ciertas de sus posturas de índole social manifestadas en la ALDF, ha demostrado ser casi tan conservador como sus homólogos en el Bajío. La retórica de “defensa a la vida” para oponerse al aborto, los diferendos sobre los matrimonios entre personas del mismo género, y hasta su defensa de las corridas de toros, son banderas que han opacado otra clase de agendas que podrían resultar de mayor atractivo para la ciudadanía y que, hablando en plata, son de mayor urgencia para la ciudad. El Distrito Federal dista mucho de ser conservador en temas sociales, de hecho suele catalogarse como una sociedad “de vanguardia” en México. Identificar al PAN como la opción reaccionaria a la agenda social de la izquierda no parece haber sido –a la luz de los resultados electorales—la estrategia de contraste correcta. Los panistas han dicho que su renacimiento depende de un rencuentro con los ciudadanos. Habiendo en el D.F. tantos conflictos de inseguridad, movilidad, infraestructura (drenajes, captación y abasto de agua, servicios públicos), entre otros, Acción Nacional tiene una enorme ventana de oportunidad con un simple reacomodo de su agenda. La pregunta es si los panistas están dispuestos a hacerlo.

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