Todos los gobiernos comienzan con grandes expectativas y poco a poco la realidad va imponiéndose, marcando la tónica de lo que habrá de ser el sexenio. Los famosos l00 primeros días constituyen la oportunidad para que el gobierno plantee sus estrategias y se establezca en el centro de la política nacional.
El gobierno de Enrique Peña Nieto no podía llegar con mejores augurios: desde su campaña, el hoy Presidente había demostrado control del escenario y una estrategia implacable. Ahora, es un buen momento para reflexionar qué es lo que podría hacer exitoso al gobierno.
El entorno político está saturado de posturas encontradas. Para unos, la solución reside en un conjunto de reformas que modificarían la estructura de determinados sectores de la economía. Otros afirman que se requiere un ímpetu en el actuar gubernamental que conduzca a consolidar la confianza de los inversionistas y a crear una intensa fuente de demanda a través del gasto público.
En realidad, se trata de un falso dilema porque ambos caminos son necesarios; sin duda, al país le urgen reformas que generen mercados competitivos y oportunidades de inversión, pero también requiere de un gobierno eficaz que ejerza la fuerza de la autoridad y promueva el crecimiento de la infraestructura.
Mi impresión es que, en adición a lo anterior, mucho del problema reside en los vicios que caracterizan la forma en que funciona el gobierno y en los instrumentos que tiene la burocracia a su disposición para entorpecer la marcha de la economía. Una forma de analizar el tema sería evaluando el número de oportunidades con que cuenta un gobierno para promover o dificultar la marcha de la actividad productiva. Otra sería utilizar la sapiencia de un gran pensador que meditó extensamente sobre estos temas y que quizá pueda arrojar luz sobre los dilemas del gobierno mexicano actual.
Cuatro temas animaron el trabajo de James Buchanan, el premio Nobel de Economía que murió recientemente: la función del gobierno, el interés personal, la dinámica del gasto público y los impuestos y las instituciones de una sociedad.
Cada uno de estos ofrece una perspectiva de la actividad gubernamental
y permite establecer medidas de lo que podría hacer el gobierno a lo largo de su mandato. Sobre la función del gobierno, la principal preocupación de Buchanan era que los funcionarios públicos, por muy motivados que estén por el servicio público, tienen sus propios intereses y una natural y lógica propensión a favorecerlos.
Su perspectiva no era moralista; simplemente, afirmaba, es necesario entender el comportamiento del gobierno.
Derivado de lo anterior, Buchanan acuñó la frase de “religión fiscal”, que consiste en poner a los bueyes detrás de la carreta: en la lógica gubernamental, los impuestos deben elevarse para que sufraguen el costo del gobierno. Es decir, la lógica de un gobierno nada tiene que ver con la eficiencia del gasto o sus excesos, sino con que crezca y para ello los impuestos siempre deben ascender.
¿Cómo puede ser exitoso un gobierno, dadas las restricciones impuestas por estos factores? La respuesta que dio Buchanan es que tiene que haber reglas confiables para que todo mundo sepa a qué atenerse y esas reglas tienen que estar por encima de los conflictos políticos que, al igual que los descritos arriba, para este pensador son algo inherente a la naturaleza humana. Así, los sistemas democráticos pueden mantener su legitimidad a pesar de la existencia de una política rencorosa, si existe un amplio acuerdo sobre la equidad de las reglas subyacentes.
Esa es la clave: las reglas que sirven como vehículo (el cómo) para la interacción entre las fuerzas políticas (dedicadas a definir el qué) deben ser reconocidas por todos. Más concretamente, afirmó que “en una democracia, las personas deben su lealtad a la Constitución y no al gobierno”. La clave, Buchanan escribió a lo largo de su vida, reside en que existan reglas del juego que sean repetibles y que no dependan del gobernante en turno.
Dicen que no hay nada más práctico que una buena teoría. Buchanan no sabía nada de México, pero su perspectiva hace clarividente el reto que enfrenta el gobierno de Peña: ¿Procurará construir reglas aceptables para todos o buscará imponer su ley? ¿Tratará de racionalizar el sistema fiscal o tornará la salida fácil de cobrar más a quien ya paga? Las respuestas definirán nuestro futuro.
La reproducción total de este contenido no está permitida sin autorización previa de CIDAC. Para su reproducción parcial se requiere agregar el link a la publicación en cidac.org. Todas las imágenes, gráficos y videos pueden retomarse con el crédito correspondiente, sin modificaciones y con un link a la publicación original en cidac.org