Andrés Manuel López Obrador va arriba en todas las encuestas serias del país. Es verdad que falta mucho para el 2 de julio, pero también es verdad, que estamos ante la posibilidad real de que la izquierda acceda a la Presidencia de la República.
¿Qué significa esto? ¿Cómo debemos verlo? Al margen de las preferencias de cada uno, el hecho en sí mismo es un signo claro del avance democrático e institucional del país, sobre todo, si al historiar un poco, recordamos que la izquierda estaba proscrita y era perseguida en Mééxico todavía en la segunda mitad del siglo pasado.
Que la izquierda se encuentre a las puertas del poder, es un hecho que revela la madurez y el avance democráático de Mééxico. Hoy la izquierda mexicana, busca el poder por medio de los votos, las urnas y las instituciones, para poner en marcha un programa de gobierno, inspirado en sus valores y en su visión del país y del mundo. Esto es la democracia.
Cuidado con el miedo
A pesar del significado positivo que este hecho representa, hay actores que abiertamente manifiestan temor y dudas respecto a la posibilidad de que gobierne la izquierda en México.
Temor y dudas que es necesario disipar, no sólo para ganar una elección, sino para gobernar a México durante seis años. El tema no es la campaña, el tema es el gobierno.
Para analizar seriamente a la izquierda, lo primero que hay que recordar es que la incertidumbre y la duda es algo inherente a la democracia. Es normal que se tengan dudas respecto a las diversas opciones. Sobre todo si hablamos de los primeros años después de una transición democrática, y de las primeras incursiones de partidos opositores en el ejercicio real del poder y la administración.
Simplemente, recordemos como, hace a penas seis años, en las elecciones del año 2000, muchos actores y analistas políticos, advertían con temor, los riesgos que para la estabilidad y la viabilidad del país se presentaban, si un partido distinto del PRI ganaba la Presidencia de la República. Ganó el PAN. Lo aceptó el PRI y no pasó nada con la gobernabilidad y la estabilidad de México. Seis años después, aquí estamos, una vez más, hablando de la sucesión y en un ambiente de franca normalidad democrática.
Hoy, de manera similar a aquellos meses del 2000, nuevamente hay actores atemorizados con el posible triunfo de López Obrador. Un temor plagado de frases hechas y de lugares comunes, que pierde de vista que México ha cambiado simultáneamente en muchas pistas. Primero, este ya no es el país de un solo hombre. Aunque lo intente, los ciudadanos ya probamos el significado de la democracia y en torno a ella se han construido y afianzado valores, instituciones y usos que constituyen el mejor blindaje de la democracia.
Hay muchos mecanismos internos y externos, que le van dando aliento y viabilidad a la democracia mexicana. Datos que proyectan y perfilan la consolidación de su democracia. Baste apuntar: el contexto internacional, los otros poderes, los órganos autónomos, los poderes locales y municipales, los acuerdos internacionales, la institucionalidad del Ejéército, la empresa privada, la apertura y pluralidad de los medios de comunicación y en última instancia, y por encima de todo, insisto, la ciudadanía, que poco a poco, se va significando como el poder real que ejerce su voluntad y que va depurando el sistema y tomando sus decisiones.
La posibilidad de que gane López Obrador la Presidencia de México, no debe rodearse del estigma del miedo. El temor en los temas del poder es muy mal consejero. A su sombra se cometen los peores errores y las más grandes estupideces de la historia. El posible triunfo de López Obrador, debe ser visto como fortaleza de nuestra democracia, y no como debilidad.
¿Qué izquierda para México?
Si queremos analizar con seriedad lo que está pasando en México, debemos observar el fenómeno sin filias y sin fobias. La pregunta es: si gana López Obrador ¿Qué izquierda gobernaría México? ¿Qué hará la izquierda? ¿Cuáles son sus alcances? La pregunta no es elemental, ni es sencilla, ni es tan lineal, ni se responde en automático.
¿A qué izquierda se parecerá gobernando López Obrador? ¿A la de Castro? ¿A la de Chávez? ¿A la de Evo Morales? ¿A la de Kirchner? ¿A la de Lula? ¿A la de Zapatero? ¿A la de Michelle Bachelet? O quizá ¿A ninguna? ¿A la izquierda de López?
La periodista Denise Maerker le preguntó a Evo Morales la semana pasada: Ante esta ola de izquierdas en América Latina, a veces tan heterogénea ¿A quien se siente más cercano Evo Morales? ¿A Lula? ¿A Chávez? ¿A Bachelet?
Evo Morales respondió que en ocasiones hay coincidencias ideológicas, programáticas pero cada país tiene su propia particularidad. Tiene razón. La respuesta se aplica al caso de López Obrador. La realidad histórica, geográfica, política e institucional mexicana, le da un marco muy particular a la izquierda o a las izquierdas mexicanas.
La corriente histórica que integra el movimiento que hoy hace viable a López Obrador está alimentada por tres fuentes: 1) la corriente del nacionalismo cardenista; 2) la corriente de los diversos y dispersos movimientos de las izquierdas históóricas; y 3) el movimiento democratizador construido a lo largo de la transición, con hombres y mujeres de izquierda, del PRI, de la derecha incluso, con líderes sociales que coincidieron en el camino de la construcción del cambio democrático del país.
Estamos hablando de una izquierda comprometida históricamente con la democracia. La izquierda que puede ganar en el 2006, es una izquierda construida a la sombra de una revolución democrática, que no le apostó a la montaña, ni a la guerrilla, ni al terrorismo, sino que le apostó a la negociación política y parlamentaria, a las campañas y a las urnas. No es algo menor. La pregunta que genera dudas es ¿Cómo gobernará esa izquierda democrática?
López Obrador respondió a esta pregunta en Metlatónoc en la montaña de Guerrero, en su primer discurso de campaña: “Sí habrá economía de mercado, pero el Estado, el gobierno, promoverá con decisión el desarrollo social para combatir las desigualdades. Sí habrá orden macroeconómico, disciplina en el manejo de la inflación, el déficit público y estabilidad en otras variables, pero con crecimiento sostenido de la economía, generación de empleos y bienestar para los mexicanos. Sí atenderemos los fundamentos actuales de la economía mundial, de la llamada globalización, pero ejerciendo nuestra libertad para aplicar los puntos de vista y la política que más convenga al interés nacional.
Está hablando de una izquierda responsable y razonable, que entiende el sistema económico del mundo, pero que observa con preocupación el problema de la pobreza.
La agenda de la pobreza
Por cierto, decir que: “por el bien de todos primero los pobres, no es una propuesta de izquierda, es un llamado de atención del más elemental sentido común y de la ética política.
¿Qué haría usted si fuera Presidente de México? ‚¿Podría tener otro tema como prioritario en su agenda? ¿Hay otro tema más urgente en un país con la pobreza y las desigualdades que tiene México? ¿Qué no nos damos cuenta que no despegamos en buena medida por las profundas diferencias y la gran cantidad de pobres que tiene todavía este país?
El propio presidente Fox lo reconoció el pasado 23 de enero: “Quizá el mayor riesgo para un país, para su estabilidad, para su progreso y desarrollo está en atender a sus pobres, a sus familias de menores ingresos.
López Obrador lo precisa diciendo: “No es humano, no es justo, ni siquiera es conveniente para la estabilidad política, vivir con tanta desigualdad social. La paz es fruto de la justicia. El bienestar de la gente, es el bienestar de la nación.
Pueden ser palabras y discursos, pero López está acertando en el mensaje que quiere escuchar la mayoría de los ciudadanos. Los valores planteados por la izquierda mexicana están dando en el blanco. El discurso es el correcto. El problema es que esos valores, se conviertan en políticas, operadas con responsabilidad, a través de instituciones, por mujeres y hombres serios, que los hay y muchos, en la izquierda mexicana. El reto estáá en la operación de esos valores.
La izquierda necesita pensar en su futuro. La oportunidad se abre para una izquierda democrática, de instituciones, de legalidad, tolerante, que admita y entienda las reglas del juego global internacional y que inserte a México en la competencia, con el acento fundamental en la justicia.
La agenda no es fácil. La izquierda necesita depurar vicios y personas que la desprestigian y le hacen daño. Es deseable y posible una izquierda que sepa darle la espalda al caudillismo y al culto a la personalidad; que logre vencer las inercias patrimonialistas y la visión clientelar de la política, que le apueste a la democracia de los ciudadanos y abandone la democracia de las corporaciones.
Gobernar un país, no es lo mismo que hacer campaña o que gobernar una ciudad. El PRD está en el mismo momento de prueba que el PAN hace seis años. A las puertas del poder y con la responsabilidad de demostrar de que es capaz en el ejercicio de gobierno.
Como decía el alcalde neoyorquino Mario Cuomo: “Las campañas se hacen en poesía, pero el gobierno se hace en prosa.
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