La discusión por el proyecto de la torre en Reforma y Periférico ha generado una polémica con argumentos que van del urbanismo a la xenofobia. El hipotético rascacielos ha abierto un debate interesante sobre la planeación y el futuro de la Ciudad de México. En su versión más extrema, las voces que se oponen al edificio apelan a las fobias hacia lo extranjero. El jueves 16 de agosto apareció en el diario Reforma un desplegado refrendado por la delegada en Miguel Hidalgo, Gabriela Cuevas y varios abajofirmantes. El texto destaca por sus aversiones globales: “…llama la atención que se insista en la enorme inversión que implica el edificio para la ciudad, sin mencionar que un porcentaje muy importante -el referente a la estructura de acero que sostiene la torre, así como sus instalaciones de vanguardia- se contratarán y fabricarán en el extranjero, particularmente en china (sic)…
“Si a pesar de nuestra inconformidad, la Asamblea de Representantes del D,F, decide seguir adelante con el proyecto, nos oponemos rotundamente a que sea llamado ‘Torre del Bicentenario’, pues el edificio de un arquitecto holandés (Rem Koolhass), promovido por un español (Jorge Gamboa) y cuya estructura será importada de China, dista mucho de conmemorar la Independencia de México”.
El error de escribir el nombre de un país con minúscula me parece un mal menor. Asimismo se puede perdonar la confusión de usar comas en lugar de puntos para las iniciales del Distrito Federal. También dejemos a un lado que la Asamblea de Representantes se llama Asamblea Legislativa desde 1996. Lo que me cuesta mucho digerir del desplegado es su chovinismo trasnochado. Mas si osare un extraño arquitecto profanar con sus planos tu suelo…
Entre Zhenli Ye Gon y los juguetes Mattel barnizados con plomo, China se ha convertido en el villano de moda en la idiosincrasia nacional. ¿Qué más da dónde se fabrique la estructura de acero que sostiene el edificio? Lo único relevante es que no se caiga. ¿Un empresario español quiere invertir en el Distrito Federal? Ojalá y fueran un millón de gachupines los que quisieran venir a hacer negocios y crear empleos. ¿Broncas por el arquitecto holandés? ¡Hay que dejar las controversias de aldea y asomarnos más allá de la cortina de nopal!
I.M. Pei, un arquitecto chino-americano, construyó una pirámide de vidrio en la plaza del Museo de Louvre en París para celebrar el bicentenario de la Revolución Francesa en 1989. Sir Norman Foster, genio británico de la arquitectura, fue el encargado de reconstruir el edificio del Reichstag que alberga al nuevo parlamento alemán. La nacionalidad del arquitecto y el nombre que llevaría el edificio son las objeciones más absurdas en contra de la Chilango Tower.
La Torre Mayor, en Reforma y Circuito Interior, tiene 15 pisos menos y es 70 metros más baja que su tocaya del bicentenario, pero no causó tanta polémica pública ya que no tuvo la ambición fálico-arquitectónica de ser el edificio más alto de América Latina. Si se planea y ejecuta bien, el proyecto de la Torre del Bicentenario le puede traer beneficios a la ciudad y a la zona. Los vecinos de la obra verán subir el precio de sus propiedades por el simple hecho de estar cerca del rascacielos. Además, el inmueble gigantesco se convertiría en un mensaje contundente para la urbe: a pesar de las marchas, los plantones y el caos, aquí se puede invertir y hacer negocios.
Las ventajas del proyecto me parecen evidentes, pero también hay dudas y objeciones razonables: ¿Por qué se van a “ceder” 4 mil metros de bosque público a un proyecto privado? ¿Cómo se va afectar el tránsito del Periférico y qué obras de vialidad se van a llevar a cabo para paliar los embotellamientos en las zonas de Las Lomas y Alencastre? Las respuestas a estas preguntas determinarán el impacto que tendría la Torre del Bicentenario sobre la vida de millones de personas que vivimos en la Ciudad de México. Los cimientos del rascacielos aún están en el aire.
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