Ha llegado la última semana de las campañas presidenciales de 2012. Sin embargo, ¿qué pasará el 1 de julio después de que cierre la última casilla en el país? La probabilidad de que se dé un escenario post-electoral conflictivo depende de múltiples factores de los cuales algunos ya están presentes, mientras que otros parecen tener pocas posibilidades de surgir. En este sentido, López Obrador podría representar un factor de riesgo, tanto por los antecedentes de 2006, como por su discurso ambivalente en torno al proceso y a las autoridades electorales, descalificándolas un día, y pidiendo amor y conciliación al otro. Aunque el candidato izquierdista ha mencionado que firmará el Pacto de Civilidad que varios organismos ciudadanos han propuesto, ha tenido declaraciones en donde afirma que el IFE no goza de su plena confianza. No obstante, esta idea no parece ser algo aislado o exclusivo del tabasqueño. En una encuesta publicada en enero de 2012 por El Universal, se indicaba que 47% de los electores no consideran que el IFE sea una institución confiable. Estos datos muestran que hay terreno fértil para, en un momento dado, cuestionar los resultados presentados por el Instituto. A pesar de ello, 2012 parece estar lejos de tener una efervescencia política tan explosiva como la de 2006.
El IFE tendrá un papel crucial a fin de amarrar cualquier cabo suelto del que se pudiera ir prendiendo un conflicto post-electoral. Se habrá dado un paso muy importante en esto simplemente teniendo claridad en los procedimientos y no dar pie a la especulación. Ahora bien, aunque la mayoría de las encuestas prevén que el resultado electoral podría no ser muy reñido dada la aparentemente amplia ventaja del aspirante del PRI, de sí serlo es poco factible que perredistas y panistas se unan para impugnar la elección. Esto último responde a la misma lógica que ha ido diluyendo la probabilidad de un “voto útil antipeñista”, es decir, tanto la poca claridad de quién ostenta el segundo lugar y, por supuesto, el recelo producto de la elección de 2006. Otro factor que podría hacer pensar que la beligerancia de AMLO –y los presuntos 4 millones de afiliados a Morena— no será tan agresiva como hace seis años, es la cuota de desprestigio y daño que las llamadas “acciones de resistencia pacifica” del 2006 tuvieron en la imagen del bloque de izquierda. El perfil de moderación que han intentado forjar desde la izquierda personajes como Marcelo Ebrard, es un activo que se iría por la borda en caso de una repetición o escalamiento de lo ocurrido hace seis años. Esto podría constituir un nuevo error histórico para la izquierda mexicana. De hecho, el propio Ebrard y su proyecto futuro constituye un factor estabilizador que abona a la aceptación del resultado con miras al 2018: él no puede permitir que se repita una protesta como la de 2006.
Aun con lo anterior, la impugnación del resultado ante el TRIFE no es poco probable dado que tanto López Obrador como, curiosamente, el PRI, han manifestado estar listos con abogados especialistas en caso de ser necesario impugnar o defender un determinado resultado. AMLO, por otro lado, también se dice preparado con un “ejército” de observadores electorales que le brindará las pruebas necesarias para evitar un eventual fraude en su contra. En cualquier caso, de haber inconformidades por los resultados de la elección, parece que los partidos optarían por la vía legal e institucional. En suma, los días posteriores a los comicios de 2012 podrían no ser tan costosos para la vida pública de México como sí lo fueron en 2006.
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