Hasta ahora, al gobierno le ha resultado la estrategia de no hacer mucho ruido con respecto a la reforma energética, buscando acuerdos antes de presentar una propuesta formal. Sin embargo, esta estrategia pronto se puede volver perjudicial. Quien mejor ha aprovechado el vacío mediático para pautar el debate ha sido López Obrador. Al tildar de privatización cualquier forma de participación privada en la industria petrolera, Andrés Manuel se ha posicionado para ganar sea cual sea el desenlace de la reforma. Todo apunta a que el tema se va a resolver en tándem con el minimalismo calderonista que hemos visto en las reformas recientes. Parece evidente que el gobierno está esperando a que pase el 18 de marzo, lo cual sugiere que cuenta con una estrategia sofisticada y que ya tiene acuerdos con otros partidos que le permitirían negociar una reforma exitosa. Sin embargo, incluso siendo cierto lo anterior no hay que dar por hecho que la reforma será grande y ambiciosa.
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