El debate petrolero en el Congreso se movió está semana al campo de la constitucionalidad, con dos sesiones dedicadas a revisar opiniones de juristas sobre la reforma. El resultado fue un empate numérico (seis juristas apoyaron a cada bando, y dos se mostraron indecisos). No obstante, cuanto más tiempo pasa más claro resulta que el formato del debate está dañando las posibilidades de éxito de la reforma. Quienes son convocados para defender la posición del gobierno siempre son menos y/o más moderados que quienes la atacan. Los atacantes no titubean: tienen la certeza del creyente que condena todo. Pero en los defensores se perciben los matices y las dudas que genera una iniciativa que parece no haber convencido ni a los “de casa” (que, en realidad, son independientes y no “de casa”). Las primeras impresiones cuentan para la población que sigue el debate, y Calderón no parece darse cuenta de que sus operadores están lejos de ganar la batalla por convencer a la opinión pública.
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