La preocupación que existía en México respecto a un eventual triunfo de Barack Obama se centraba en la percepción de que sería un Presidente orientado hacia el ámbito interno norteamericano, implicando una actitud proteccionista (con impactos negativos sobre el TLC) y un distanciamiento respecto a temas relevantes para México en la agenda bilateral, incluyendo el asunto migratorio. Meses después, a vísperas del inicio de la administración Obama, las circunstancias han cambiado y sin duda forzarán al nuevo presidente a enfocar sus baterías en otras direcciones, con implicaciones, algunas positivas y otras negativas, para México. La inauguración coincide con tres factores centrales para México y para la relación bilateral:
* Primero, la situación de seguridad en México ha cobrado inusitada importancia en Estados Unidos. Se acentuará la mala prensa que tiene México en Estados Unidos, pero previsiblemente conllevará respuestas gubernamentales similares a las que emprendió la administración de Bush (es decir, cooperación y aceptación de corresponsabilidad), aunque aunadas a un fuerte escrutinio del lado norteamericano sobre la forma en que actúa y gasta el gobierno mexicano en el frente de la seguridad.
* Segundo, la situación económica mundial se deteriora y está generando respuestas de corte muy distinto a lo conocido en tiempos recientes. La estrategia de contención de la crisis estadounidense podría ayudar al funcionamiento exitoso, o menos grave, del sector automotriz, un empleador importante en México y la fuente de la mayoría de las exportaciones manufactureras.
* Y, tercero, la crisis de Gaza se da precisamente en el momento en que México inicia sus dos años de membresía en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas. Dichas funciones podrían convertirse en un nuevo, e innecesario, frente de conflicto entre ambos gobiernos. Sin embargo, es de esperarse que un manejo más profesional y menos mediático que el que caracterizó al lado mexicano en la ocasión anterior, y una mano menos dura del lado norteamericano eviten confrontaciones excesivas.
En suma, los tres factores van a forzar una activa interacción entre las dos naciones. No es un mundo ideal, pero, dadas las circunstancias, la relación bilateral podría caracterizarse por más cooperación que conflicto y mayores beneficios que costos. Por lo que toca al TLC, todo sugiere que ha disminuido el anhelo de llevar a cabo cambios significativos pero, al mismo tiempo, el tema migratorio no estará en la agenda norteamericana al menos en este año.
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