Relaciones adictivas

Presidencia

Ya ocurrió en el siglo pasado y volverá a ocurrir. Si EUA sufre de una dependencia al consumo de hidrocarburos, México padece de una adicción crónica a los recursos que nos genera el oro negro

Jon y Sandy Spallino son un matrimonio joven que vive en el sur de California, Estados Unidos, con sus dos hijas. La familia Spallino sería una familia estadounidense totalmente normal, salvo por el hecho de que en la cochera de su casa guardan al futuro de la humanidad. Cuando van al trabajo, al súper o a dejar a las niñas a la escuela, los Spallino manejan el primer automóvil comercial impulsado por baterías de hidrógeno. El Honda FCX no usa gasolina, ni aceite y la única emisión que produce el escape de su motor es vapor de agua. Este será el primer automóvil en utilizar las estaciones de combustible hidrógeno que se están instalando a lo largo y ancho del estado de California. Todavía faltan muchos años antes de que tú o yo podamos manejar un automóvil con tecnología similar, pero esa es la ruta que apunta hacia el futuro.

Esta semana, en su informe anual de gobierno, George Bush advirtió: “Estados Unidos es una nación adicta al petróleo”. Washington se propone invertir sumas monumentales de recursos en investigación tecnológica para romper esta adicción. El plan de la Casa Blanca es que cada vez menos automóviles en Estados Unidos usen combustible importado de las regiones políticamente inestables del planeta. El esfuerzo de Irán por construir una bomba nuclear o la demencia ideológica de Hugo Chávez en Venezuela provocarán que cada vez más familias norteamericanas tengan en sus cocheras vehículos con propulsión de hidrógeno.

¿Te acuerdas de las mariacheras? Eran esas viejas camionetas de 8 cilindros, donde se podía transportar a una familia completa, incluyendo a la abuela, o a una orquesta de mariachis con violines y trompetas. Esas camionetas salieron del mercado automotriz después del crack petrolero de los años setenta. En 1972 el precio promedio del hidrocarburo era de 3 dólares por barril. En 1973, Siria y Egipto invadieron Israel y se inició la guerra del Yom Kippur. Estados Unidos tomó partido a favor del pueblo israelí y en respuesta las naciones árabes decretaron un embargo petrolero. El precio del petróleo se multiplicó por cuatro y rebasó los 12 dólares por barril. Las empresas Ford y General Motors decidieron suspender la producción de automóviles de alto consumo de combustible y desarrollaron vehículos de cuatro cilindros. Y así, las mariacheras desaparecieron de la faz de la tierra, salvo en los perímetros de la Plaza Garibaldi.

¿La moraleja de la historia? Una guerra en el Medio Oriente provocó un alza en el precio del petróleo, que a su vez impulsó tecnologías para ahorrar combustible. Ya ocurrió en el siglo pasado y volverá a ocurrir en el presente. Si Estados Unidos sufre de una dependencia enfermiza al consumo de hidrocarburos, México padece de una adicción crónica a los recursos que nos genera el oro negro. De cada peso que gasta el gobierno mexicano, cerca de 30 centavos provienen de nuestra menguante riqueza petrolera. La estabilidad de las finanzas públicas depende de un recurso no renovable y con precios volubles e impredecibles.

La familia Spallino y el gobierno de Estados Unidos están preparando a su país para superar su adicción al petróleo. ¿Qué estamos haciendo en México para garantizar la salud financiera del gobierno, cuando se acabe el boom petrolero? Según datos de Pemex, si no se hacen inversiones monumentales, México podría convertirse en importador de petróleo en menos de 10 años.

En 1982, de cada dólar exportado por México, 78 centavos provenían de la venta de hidrocarburos. En 2005 las exportaciones petroleras sólo representaron 15 centavos de cada peso exportado. Gracias a la apertura económica y la modernización de la estructura productiva, México pudo diversificar sus ventas al exterior. Si en el pasado logramos “despetrolizar” nuestras exportaciones, hoy es tiempo de romper la adicción financiera a los hidrocarburos. Durante los últimos años se ha discutido mucho cómo modernizar Pemex, tal vez será tiempo de empezar a pensar qué ocurriría si Pemex desapareciera. No vaya a ser la de malas que nuestra industria petrolera corra la misma suerte que las mariacheras y los dinosaurios.

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