La propuesta de ingresos fiscales del Gobierno Federal no toca puntos clave como el impulso a la inversión, la competitividad ni cómo migrar hacia un régimen tributario más simple y eficiente. Es una miscelánea agresiva en tanto propone un recorte relevante al gasto –aunque insuficiente– pero es más de lo mismo: por un lado se trata de incrementar los impuestos a los contribuyentes cautivos y por el otro continuar con la práctica de subsidiar la pobreza en lugar de impulsar la productividad para fomentar la creación de empleos. La buena noticia es que no se propone un nivel de endeudamiento público excesivo. En resumen, parece que se trata de una propuesta construida en torno a una idea: no poner en riesgo el grado de inversión. En el proceso de aprobación en el Congreso, hay dos asuntos que no hay que perder de vista son:
* El precio de referencia del petróleo: El Congreso tiene un incentivo a subestimar el precio por barril; pues por ley mientras mayor sea el excedente de ingresos petroleros (que se logra con un precio de referencia bajo) mayores serán los recursos para repartir a los estados.
* El nivel del déficit público: El Congreso puede impulsar un déficit más abultado, de manera que no se vean reducidas las aportaciones a las entidades federativas.
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