Han pasado ya cuatro meses desde la muerte del Ministro Gudiño Pelayo y la vacante para un ministro de la Suprema Corte sigue abierta. El Presidente Calderón presentó al Senado, los primeros días de diciembre del año pasado, la primera terna de magistradas candidatas para el reemplazo. Sin embargo, el Senado rechazó la totalidad de la terna propuesta y el Presidente ahora deberá presentar una nueva. El problema es que la Constitución no marca un periodo entre la presentación de la primera terna y la segunda.
Presentar una segunda terna representa un ejercicio más complicado por múltiples razones. La primera de ellas es que, en esta segunda vuelta, uno de los tres candidatos sería, en definitiva, el nuevo ministro. El Senado puede elegir de entre la terna, pero si no lo hace, el Presidente será quien elija –sin posibilidad de apelaciones– a uno de sus candidatos como integrante número once de la Corte. La segunda razón es que, al término de su administración, Calderón habrá elegido a seis de los 11 ministros. La tendencia de las decisiones de la Corte será, en buena medida, el resultado del tipo de perfiles que el Presidente decidió proponer.
Lo interesante es que el día de hoy, con un tribunal incompleto, se puede observar un claro equilibrio de fuerzas, de posturas políticas y jurídicas. Ya existen más de 25 asuntos en la Corte en los que no pudieron llegar a un fallo porque sus votos quedaron empatados –uno de ellos el amparo en contra de la reforma electoral de 2007. En ese contexto, el perfil del nuevo ministro es crucial para definir el sentido de las próximas decisiones de este órgano. Si bien los litigios pendientes podrían no preocupar del todo al Presidente, lo que la Corte pueda definir en los siguientes años es fundamental.
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