La muerte de Ezequiel Cárdenas Guillén, “Tony Tormenta”, podría reflejar un cambio profundo en la lucha del Estado mexicano contra la delincuencia organizada: la consolidación del Gobierno Federal como un jugador que hace las reglas del juego y no sólo uno que se limita a seguirlas. “Tony Tormenta” y el Cartel del Golfo, como sus antiguos aliados los Zetas, habían seguido una estrategia de confrontación abierta con el Estado en Tamaulipas y Nuevo León —la “impunidad cínica” a la que se ha referido el Presidente Calderón— al punto de que el Cartel del Golfo identificaba sus vehículos con las siglas “CDG”. De hecho, cuando inició el operativo, de acuerdo con la información publicada en los medios, “Tormenta” y sus escoltas trataron de bloquear la ciudad para impedir el avance de la Marina y el Ejército –como lo habían hecho ya en Monterrey– en lugar de tratar de fugarse. El hecho de que el narcotraficante pensara que podía enfrentarse a las fuerzas federales en un duelo abierto, refleja, la escasa credibilidad del Estado, al que se percibía, en el mejor de los casos, como un igual al que se podía derrotar en combate.
La victoria táctica de la Marina sería el primer albazo de la verdadera fuerza del Estado para demostrar que la capacidad de fuego y el entrenamiento de las fuerzas federales son superiores a los de los sicarios. De ser así, se comenzaría a establecer la amenaza creíble de que el Estado puede parar el despliegue abierto e impune de fuerza al que algunos grupos de la delincuencia organizada estaban acostumbrados.
Ciertamente esta no sería una solución perfecta ni aplicable a todos los estados ni grupos criminales del país.La situación en Ciudad Juárez y Michoacán requerirá de otro tipo de medidas, más orientadas hacia el trabajo social y de inteligencia, y es probable que hicieran falta uno o varios enfrentamientos de este tipo para consolidar el mensaje. Sin embargo, no se debe desestimar el hecho de que el Estado demuestre que tiene la capacidad para contener y derrotar a los convoyes y comandos que asolan algunas regiones del noreste del país. Ese es el primer paso hacia restablecer el control territorial que estaba en el corazón de la estrategia de seguridad del Gobierno de Felipe Calderón, y por tanto, sería una señal positiva del progreso de ella.
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