Este libro parte del reconocimiento de que hacia mediados de la década de los noventa el sistema político mexicano atravesaba por la turbulencia más grande de su historia. La reforma económica, iniciada en la década de los años ochenta, junto con las consecuencias que ésta trajo aparejadas, no sólo le otorgó más poder a la sociedad, sino que erosionó las bases tradicionales del sistema político, creando fuertes presiones a favor de un cambio en la arena política. El hecho de que fuera imposible, o sumamente costoso, mantener un sistema político cerrado frente a una economía abierta, planteó serios dilemas al sistema. Lo que discute este libro consiste en analizar si ante la atmósfera de cambio de finales del siglo XX, México se dirigía a una democracia real Al respecto, el libro argumenta que si bien México logró ciertos avances, éstos no eran suficientes. No basta con realizar algunas reformas políticas cuando la estructura esencial del sistema se mantiene básicamente inalterada. Este estudio reconoce la importancia de las acciones emprendidas por el gobierno mexicano en la medida en que éstas constituyeron una base para el cambio futuro y afirma que, a pesar del camino que aún falta por recorrer, nada impedía que México transitara hacia una democracia. Sin embargo, también señala que para que esto fuera logrado, el proceso de cambio tenía que ser sólido y consistente. En base a lo anterior el libro concluye que la reforma política es un imperativo. Si bien la tarea implica serios desafíos, las circunstancias del momento la convierten en una posibilidad real.
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