¿Tiene la izquierda margen para la radicalización?

Presidencia

En la clausura de la “Expo Fraude”, un evento sui géneris llevado a cabo el pasado fin de semana en el contexto de las movilizaciones poselectorales lopezobradoristas, el mismo AMLO declaró: “Ya hemos superado la etapa en que si había cuestionamientos en los medios de comunicación, teníamos que moderarnos o callarnos”. Tomando en cuenta que la probabilidad de nulidad de la elección por parte del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (TEPJF) es baja, este tipo de declaraciones parecen sugerir una radicalización de López Obrador. No obstante, ¿realmente la izquierda en general vería en la radicalización la mejor estrategia para el futuro?
López Obrador se benefició, en un primer momento, de la moderación de su discurso a lo largo de la campaña electoral. Esto significó una reducción de sus negativos, un aumento de las preferencias de los votantes, el segundo lugar en la contienda electoral y un impulso a las candidaturas de los partidos de izquierda tanto en la próxima legislatura del Congreso como en las gubernaturas que ganó, notablemente el DF, Morelos y Tabasco. En condiciones normales, esto llevaría a concluir que el desempeño electoral de la izquierda fue extraordinario. A pesar de esto, el camino que le parece natural al tabasqueño es el de cuestionar el resultado de los comicios, en esta ocasión utilizando acusaciones sobre supuestas irregularidades e inequidades durante las campañas. No hay duda que muchos de sus seguidores “duros” lo cuestionarían si no lo hiciere de esa forma. Sin embargo, a diferencia de lo ocurrido seis años atrás, AMLO no parece estar pensando en estirar la liga hasta su punto de quiebre. Es cierto, no se puede descartar un zafarrancho para la toma de posesión presidencial del próximo 1 de diciembre ni tampoco es de esperarse una desmovilización de grupos como el #YoSoy132, el SME, y similares. Empero, la izquierda encara hoy un dilema similar al que tuvo (y que todavía parece no resolver) el PAN antes de llegar a Los Pinos: ¿cómo cuestionar al sistema, siendo una parte integrante, participante y activa en el mismo? En pocas palabras, ¿cómo mantenerse como oposición sin “darse un disparo en el pie”? Quizá más al punto: ¿cómo diferenciarse de López Obrador sin romper con él?
Un ejemplo de cómo la izquierda pretende dar respuesta al dilema de ser oposición y ser gobierno, lo representan las designaciones de sus coordinadores parlamentarios en las cámaras legislativas. Las agrupaciones más moderadas dentro del PRD serán quienes tengan el mayor control dentro del Congreso. Silvano Aureoles, cercano a la corriente Foro Nuevo Sol de personajes como la ex gobernadora de Zacatecas, Amalia García, será el líder perredista en San Lázaro; en el Senado, Miguel Barbosa, político poblano cercano a Nueva Izquierda (o “Los Chuchos” como se le conoce a esa ala del perredismo), coordinará una bancada que, en los siguientes días, estará cediendo algunos de sus 22 tribunos al PT y a Movimiento Ciudadano, con el propósito de que dichos partidos alcancen el mínimo de 5 miembros necesarios para formarse como grupos parlamentarios independientes –y con todos los derechos presupuestarios y de participación en los órganos de gobierno legislativo que conlleva esto. Entre quienes podrían dejar los escaños perredistas están Manuel Camacho –padrino político de Marcelo Ebrard—y, muy posiblemente, aquellos senadores afines al lopezobradorismo (por ejemplo, David Monreal). El engrosamiento artificial de las filas de los partidos izquierdistas distintos al PRD parece ser la válvula de escape perfecta para que AMLO y sus seguidores encuentren mayor amplitud de movimiento, aunque todavía retendrían la Secretaría General del sol azteca en la persona de Alejandro Sánchez, y la vicecoordinación senatorial con Dolores Padierna (perteneciente a Izquierda Democrática Nacional, facción encabezada por su esposo, René Bejarano, el gran operador clientelar de la izquierda en el D.F.).
Por último, si bien prácticamente todos en la izquierda –incluyendo gente tan cercana a AMLO como el todavía senador y próximo diputado, Ricardo Monreal—han dicho que respetarían el fallo del TEPJF y que no impedirán la toma de posesión del futuro presidente de México, algunos de sus miembros siempre podrán darnos una sorpresa. La construcción de un capital político como oposición es totalmente legal, aceptable e, incluso, deseable; hacerlo a costa de la gobernabilidad del país, sería inadmisible. Esto último lo entienden los gobernadores ganadores, los líderes del partido (“Los Chuchos”) y los próximos coordinadores de las bancadas: otros seis años de conflicto interminable les impediría tener la posibilidad de avanzar su agenda y, a la vez, tener una oportunidad real de ganar la presidencia en el 2018. Su problema es cómo diferenciarse y, de hecho deshacerse, de López Obrador sin perder los activos electorales que éste encarna.

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